Página 71 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La verdadera benevolencia
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Hermana F, tiene la tendencia de dominar a su esposo, a su
hermana y a todos los que la rodean. Su hermana ha sufrido mucho
por su causa. Si hubiera confiado en Dios y se hubiera rendido a su
influencia, su hermana le habría podido presentar su mente. Pero
Dios está insatisfecho con la persecución que ha desatado contra
su hermana. Es antinatural y completamente errónea. Su hermana
es tan inflexible como usted. Cuando dos caracteres fuertes entran
en conflicto ambos salen perjudicados. Es necesario que ambas se
conviertan de nuevo y sean transformadas a la imagen divina. Es
mejor que nos equivoquemos, si es que nos equivocamos, por exceso
de compasión y tolerancia que por exceso de rigidez.
La flexibilidad en las medidas, las respuestas amables y las pala-
bras cariñosas son mejores para reformar y salvar que la severidad y
la rudeza. El más pequeño exceso de brusquedad puede alejar a las
personas, mientras que una actitud conciliadora sería el mejor medio
de acercarlas para que pueda ponerlas en el buen camino. Debería
estar movida por un espíritu de perdón y dar el crédito debido a
los buenos propósitos y acciones de aquellos que la rodean. Diga
palabras de elogio a su esposo, a su hijo, a su hermana y a todas
las personas con quien se relacione. La censura continua marchita y
oscurece la vida de cualquiera.
No desapruebe la religión de Cristo con los celos y la intolerancia
hacia los demás. Lo único que conseguirá es que la tengan en poca
estima. Nunca la censura y el reproche han rescatado a nadie de
una posición errónea, sino han alejado a muchos de la verdad y
han endurecido sus corazones contra el convencimiento. Un espíritu
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tierno, un comportamiento agradable y amable, pueden salvar a
los perdidos y ocultar una multitud de pecados. Dios necesita que
tengamos ese amor que “es sufrido, es benigno”.
1 Corintios 13:4
.
La religión de Cristo no nos exige que abandonemos nuestro
carácter o nuestra identidad, sino que nos adaptemos, en la medida
de lo posible, a los sentimientos y las maneras de los demás. Muchas
personas serán traídas a la unidad de la fe aunque sus opiniones, sus
hábitos y sus gustos en cuestiones temporales no estén en armonía;
pero si el amor de Cristo brilla en su pecho y buscan su hogar en el
mismo cielo, podrán llegar a tener la comunión más dulce y la unidad
más maravillosa. No hay dos que tengan una experiencia parecida
en cada aspecto de su vida. Las pruebas de una no son las pruebas de