Página 75 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Colaboradores de Cristo
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. Los negociantes y los políticos estudian la cortesía. Es su
costumbre hacerse tan atrayentes como les sea posible. Procuran
que sus discursos y modales ejerzan la mayor influencia sobre la
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mente de cuantos los rodeen. Emplean su conocimiento y capacidad
tan hábilmente como les resulta posible a fin de alcanzar su objeto.
Los que profesan creer en Cristo sacan a relucir gran cantidad
de escoria que obstruye el camino de la cruz. No obstante, a pesar
de esto, hay personas tan profundamente convencidas que pasarán
por todo desaliento y salvarán cualquier obstáculo a fin de alcanzar
la verdad. Pero si los que profesan creer en la verdad hubiesen puri-
ficado sus mentes obedeciéndola, si hubiesen sentido la importancia
del conocimiento y del refinamiento de los modales en la obra de
Cristo, donde se ha salvado un alma podrían haberse salvado veinte.
Además, después que las personas se han convertido a la verdad,
es necesario cuidarlas. El celo de muchos ministros parece cesar tan
pronto como cierta medida de éxito acompaña sus esfuerzos. No se
dan cuenta de que muchos recién convertidos necesitan cuidados,
atención vigilante, ayuda y estímulo. No se los debe dejar solos, a
merced de las más poderosas tentaciones de Satanás; necesitan ser
educados con respecto a sus deberes; hay que tratarlos bondadosa-
mente, conducirlos, visitarlos y orar con ellos. Estas almas necesitan
el alimento asignado a cada uno a su debido tiempo.
No es extraño que algunos se desanimen, se demoren en el
camino y sean devorados por los lobos. Satanás persigue a todos.
Envía a sus agentes para reintegrar a sus filas a las almas que perdió.
Debe haber más padres y madres que reciban en su corazón a estos
niños en la verdad, y los estimulen y oren por ellos, para que su fe
no se confunda.
La predicación es una pequeña parte de la obra que ha de ser
hecha por la salvación de las almas. El Espíritu de Dios convence a
los pecadores de la verdad, y los pone en los brazos de la iglesia. Los
predicadores pueden hacer su parte, pero no pueden nunca realizar la
obra que la iglesia debe hacer. Dios requiere que su iglesia cuide de
aquellos que son jóvenes en la fe y experiencia, que vaya a ellos, no
con el propósito de chismear con ellos, sino para orar, para hablarles
palabras que sean “como manzanas de oro en canastillos de plata”.
Proverbios 25:11
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