Página 85 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Colaboradores de Cristo
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indisputable derecho a todo lo que ha prestado a sus criaturas. Todo
lo que ellas poseen le pertenece.
Hay objetivos elevados y santos que requieren recursos, y el
dinero así invertido proporcionará al dador gozo más abundante y
permanente de lo que obtendría si lo gastara en la complacencia
personal o lo acumulase egoístamente cediendo a la codicia. Cuando
Dios nos pide nuestro tesoro, cualquiera que sea la cantidad, la
respuesta voluntaria hace del don una ofrenda consagrada a él y
acumula para el dador un tesoro en el cielo, donde la polilla no
puede corromper, ni el fuego consumir, ni los ladrones hurtar. La
inversión no corre riesgo. El dinero queda en sacos sin agujeros; está
seguro.
¿Pueden los cristianos, que se precian de tener mayor luz que los
hebreos, dar menos de lo que daban ellos? ¿Pueden los cristianos que
viven cerca del tiempo del fin quedar satisfechos con sus ofrendas
que no llegan ni a la mitad de lo que eran las de los judíos? Su
generosidad tendía a beneficiar a su propia nación; en estos postreros
días la obra se extiende al mundo entero. El mensaje de la verdad
ha de ir a todas las naciones, lenguas y pueblos; sus publicaciones,
impresas en muchas lenguas diferentes, han de ser esparcidas como
las hojas de los árboles en el otoño.
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Escrito está: “Pues que Cristo ha padecido por nosotros en la
carne, vosotros también estad armados del mismo pensamiento”.
1 Pedro 4:1
. Y además: “El que dice que está en él, debe andar
como él anduvo”.
1 Juan 2:6
. Preguntémonos: ¿Qué habría hecho
nuestro Salvador en nuestras circunstancias? ¿Cuáles habrían sido
sus esfuerzos para la salvación de las almas? Esta pregunta queda
contestada por el ejemplo de Cristo. Dejó su realeza, puso a un lado
su gloria, sacrificó sus riquezas y revistió su divinidad de humanidad,
a fin de alcanzar a los hombres donde estaban. Su ejemplo demuestra
que depuso la vida por los pecadores.
Satanás dijo a Eva que podía alcanzarse un alto estado de fe-
licidad complaciendo un apetito rebelde; pero la promesa de Dios
al hombre se realiza por medio de la abnegación. Cuando, sobre
la ignominiosa cruz, Cristo sufría en agonía por la redención del
hombre, la naturaleza humana fue exaltada. Únicamente mediante
la cruz puede elevarse a la familia humana para que se relacione con