Colaboradores de Cristo
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abnegación por causa del degradado pecador. En un mundo que le
pertenecía, no tuvo dónde reclinar la cabeza. Estamos recogiendo
los frutos de su infinito sacrificio; y sin embargo, cuando se ha de
trabajar, cuando se necesita nuestro dinero para ayudar en la obra del
Redentor, en la salvación de las almas, rehuimos el deber y rogamos
que se nos excuse. Una innoble pereza, una indiferencia negligente
y un perverso egoísmo cierran nuestros sentidos a las exigencias de
Dios.
¡Oh!, ¿debió Cristo, la Majestad del cielo, el Rey de gloria, lle-
var la pesada cruz y la corona de espinas, y beber la amarga copa,
mientras nosotros nos reclinamos cómodamente, glorificándonos
a nosotros mismos y olvidando las almas por cuya redención mu-
rió derramando su preciosa sangre? No; demos mientras está en
nuestro poder hacerlo. Obremos mientras tenemos fuerza. Traba-
jemos mientras es de día. Dediquemos nuestro tiempo y nuestros
recursos al servicio de Dios, para obtener su aprobación y recibir su
recompensa.
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