Página 88 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
o la intriga pueden suprimir para siempre los propuestos actos de
benevolencia, cuando el que acumuló una fortuna ya no está más
para custodiarla. Es triste que tantos estén descuidando la preciosa
oportunidad de hacer bien y aguarden hasta perder su mayordomía
antes de devolver al Señor los recursos que les prestó para que los
empleasen para su gloria.
Una característica notable de las enseñanzas de Cristo es la
frecuencia y el fervor con que reprendía el pecado de la avaricia,
y señalaba el peligro de las adquisiciones mundanales y del amor
desmedido a la ganancia. En las mansiones de los ricos, en el templo
y en las calles, amonestaba a aquellos que indagaban por la salvación:
“Mirad, y guardaos de toda avaricia”. “No podéis servir a Dios y a
las riquezas”.
Lucas 12:15; 16:13
.
Es esta creciente devoción a la ganancia de dinero y el egoísmo
engendrado por el deseo de ganancias, lo que priva a la iglesia del
favor de Dios y embota la espiritualidad. Cuando la cabeza y las
manos están constantemente ocupadas en hacer planes y trabajar
para acumular riquezas, se olvidan las exigencias de Dios y la hu-
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manidad. Si Dios nos ha bendecido con prosperidad, no es para que
nuestro tiempo y nuestra atención se aparten de él y se dediquen a
aquello que él nos prestó. El Dador es mayor que el don. No somos
nuestros; hemos sido comprados con precio. ¿Hemos olvidado el
precio infinito que se pagó por nuestra redención? ¿Ha muerto la
gratitud en nuestro corazón? ¿Acaso la cruz de Cristo no cubre de
vergüenza una vida manchada de egoísta comodidad y complacencia
propia?
¿Qué habría sucedido si Cristo, cansándose de la ingratitud y
los ultrajes que por todas partes recibía, hubiese abandonado su
obra? ¿Qué habría sucedido si nunca hubiese llegado al momento
en que dijo: “Consumado es”
Juan 19:30
? ¿Qué habría sucedido si
hubiese regresado al cielo, desalentado por la recepción que se le
diera? ¿Qué habría sucedido si nunca hubiese pasado en el huerto de
Getsemaní por aquella agonía de alma que hizo brotar de sus poros
grandes gotas de sangre?
Al trabajar por la redención de la especie humana, Cristo sentía
la influencia de un amor sin comparación y de su devoción a la
voluntad del Padre. Trabajó para beneficio del hombre hasta en la
misma hora de su humillación. Pasó su vida en la pobreza y la