Página 91 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La prueba
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los sacrificios; y el prestar atención que el sebo de los carneros”
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1 Samuel 15:22
. Todo el dinero de la tierra no puede comprar la
bendición de Dios ni asegurarnos una sola victoria.
Muchos harían cualquier sacrificio menos el que deben hacer,
que consiste en entregarse a sí mismos, en someter su voluntad a la
voluntad de Dios. Cristo dijo a sus discípulos: “Si no os volviereis,
y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.
Mateo
18:3
. Ésta es una lección de humildad. Debemos todos llegar a ser
humildes como niños a fin de heredar el reino de Dios.
Nuestro Padre celestial ve el corazón de los hombres y conoce su
carácter mejor que ellos mismos. Ve que algunos tienen susceptibili-
dades y facultades que, debidamente encauzadas, podrían emplearse
para su gloria, para ayudar en el adelantamiento de su obra. Él prue-
ba a estas personas y en su sabia providencia las coloca en diferentes
puestos y circunstancias, para que revelen lo que está en su corazón
y los puntos débiles de su carácter, que ellas mismas desconocen.
Les da oportunidad de corregir estas debilidades, de pulir las toscas
aristas de su naturaleza y de prepararse para su servicio, a fin de
que cuando él las llame a obrar estén listas y los ángeles del cielo
puedan unir sus labores con el esfuerzo humano en la obra que debe
ser hecha en la tierra.
A los hombres a quienes Dios destina para ocupar puestos de
responsabilidad, él les revela en su misericordia sus defectos ocultos,
a fin de que puedan mirar su interior y examinar con ojo crítico las
complicadas emociones y manifestaciones de su propio corazón, y
notar lo que es malo, para que puedan modificar su disposición y
refinar sus modales. En su providencia, el Señor pone a los hombres
donde él pueda probar sus facultades morales y revelar sus motivos, a
fin de que puedan mejorar lo que es bueno en ellos y apartar lo malo.
Dios quiere que sus siervos se familiaricen con el mecanismo moral
de su propio corazón. A fin de lograrlo, permite con frecuencia que
el fuego de la aflicción los asalte para que se purifiquen. “¿Y quién
podrá sufrir el tiempo de su venida? o ¿quién podrá estar cuando
él se mostrará? Porque él es como fuego purificador, y como jabón
de lavadoras. Y sentarse ha para afinar y limpiar la plata: porque
limpiará los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata; y
ofrecerán a Jehová ofrenda con justicia”.
Malaquías 3:2, 3
.
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