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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
a pesar de su celo y trabajo para corregir a los otros se habían de
encontrar, a la larga, en una situación semejante de tinieblas, habrían
dicho, como le dijo Hazael al profeta: “¿Es tu siervo perro, que hará
esta gran cosa?”
2 Reyes 8:13
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Se engañan a sí mismos. Durante la calma, ¡qué firmeza mani-
fiestan! ¡Cuán buenos marinos parecen ser! Pero cuando se presentan
las furiosas tempestades de las pruebas y las tentaciones, sus almas
naufragan. Puede que haya hombres que tengan excelentes dones,
mucha capacidad, espléndidas cualidades; pero un defecto, un sólo
pecado albergado, ocasionará al carácter lo que al barco una tabla
carcomida: un completo desastre y una ruina absoluta.
Apreciado hermano, Dios, en su Providencia, le trajo de su gran-
ja a _____ para que pasara por pruebas que, de otro modo, no habría
podido pasar. Le ha dado algunos testimonios de reprobación que
usted ha aceptado, en apariencia; pero su espíritu se endurecía cons-
tantemente cuando se le reprendía. Es como aquellos que dejaron de
andar con Jesús después que les revelara verdades ocultas y prác-
ticas. Hermano, no se ha aferrado a la fe para corregir los defectos
de su carácter. No ha humillado su espíritu orgulloso ante Dios. Se
ha obstinado en luchar contra el Espíritu de Dios que se revelaba
en la reprobación. Su corazón carnal e indómito no está sujeto a
control alguno. No se ha disciplinado. Una y otra vez, sus humo-
res descontrolados, su espíritu de insubordinación, han ganado el
dominio sobre toda su persona. ¿Cómo puede un alma impulsiva e
insubordinada vivir entre los ángeles? El cielo no puede admitirla,
lo sabe bien. Si es así, empiece inmediatamente a corregir el mal
que hay en su naturaleza. Conviértase y sea como un niño.
Hermano, tiene un espíritu orgulloso que se cree superior a los
demás. Abandone todo esto. Sus familiares tienen miedo de sus
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explosiones de ira. Su madre, temerosa de Dios, ha hecho todo lo
posible para calmarlo y tranquilizarlo, ha intentado borrar cada causa
que pudiera alterar o irritar a su hijo. Pero la persuasión, las súplicas y
los intentos de pacificación lo han hecho considerar que ese carácter
impulsivo no tiene remedio y que sus amigos tienen el deber de
soportarlo. Las excusas y la humillación, antes que solucionar el
mal, lo han favorecido.
No ha combatido ese espíritu desdichado para conquistarlo. Cada
vez que un obstáculo se ha interpuesto en su camino, ha considerado