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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
mayoría, aun de los cristianos profesos, se enorgullece de sus magní-
ficas ventajas, pero no atribuye a Dios estas grandes bendiciones. En
su misericordia infinita, el Creador ha enviado al mundo un último
mensaje de amonestación, para anunciar que Cristo esta a la puerta,
y llamar su atención a la quebrantada ley de Dios. Pero, como los
antediluvianos rechazaron con desprecio la amonestación de Noé,
así rechazarán los modernos amadores de los placeres, el mensaje de
los fieles siervos de Dios. El mundo prosigue en su giro incesante,
absorto como nunca en los negocios y placeres, mientras que la ira
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de Dios está por caer sobre los transgresores de su ley.
Nuestro compasivo Redentor, previendo los peligros que ro-
dearían a sus discípulos en este tiempo, les dio una amonestación
especial: “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros co-
razones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes
de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque
como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda
la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por
dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en
pie delante del Hijo del hombre”.
Lucas 21:34-36
. Si la iglesia sigue
una conducta similar a la del mundo, compartirá la misma suerte. O,
mejor dicho, como recibió mayor luz, su castigo será mayor que el
de los impenitentes.
Nosotros, como pueblo, profesamos tener más luz que cualquier
otro pueblo de la tierra. Entonces nuestra vida y nuestro carácter
debieran armonizar con una fe tal. Está por sobrecogernos el día en
que los justos serán atados como trigo precioso en gavillas para el
alfolí celestial, mientras que los perversos serán, como cizaña, reco-
gidos para los fuegos del postrer gran día. Pero, crecen “juntamente
lo uno y lo otro hasta la siega”.
Mateo 13:30
.
Al cumplir con los deberes de la vida, los justos se verán hasta
el último día en contacto con los impíos. Los hijos de la luz están
diseminados entre los hijos de las tinieblas, para que todos puedan
ver el contraste. Así han de demostrar los hijos de Dios “las virtudes
de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable”.
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Pedro 2:9
. El amor divino, al resplandecer en el corazón, y la armonía
cristiana manifestada en la vida, serán como una vislumbre del cielo
concedida a los hombres del mundo para que vean y aprecien su
excelencia.