Página 128 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
les debe animar a ocuparse en los grandes ramos de la obra de la
reforma. Pueden no ser grandes en lo que al intelecto se refiere,
pero si son puros y humildes, temerosos de Dios y leales, el Señor
aceptará su servicio.
Con bastante frecuencia se organizan sociedades literarias; pero
en nueve casos de cada diez, han resultado ser dañinas para las almas,
en lugar de ser una bendición. Esto se debe a que se crea un vínculo
con el mundo, o bien con una clase de personas cuya influencia
e inclinación tiende siempre a apartarse de lo sólido para ir a lo
superficial, de lo real a lo ficticio. Las sociedades literarias podrían
ser de gran valor si fueran dirigidas por un elemento religioso; pero
tarde o temprano, el elemento irreligioso está casi seguro de ganar
la supremacía y de ejercer una influencia controladora. Lo mismo
sucede con nuestras sociedades de temperancia. La solemnidad de la
obra es completamente opacada por lo que es de carácter superficial
y, por consiguiente, se presenta de continuo una tentación ante la
juventud que anhelamos salvar.
Tenemos presentes los hechos. Los que entre nosotros portan las
cargas están bajando a la tumba muda. Los miembros activos de la
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iglesia, los verdaderos obreros en toda labor de reforma, han pasado
ya el apogeo de sus vidas, y están decayendo tanto en vigor físico
como mental. Debiéramos estar anticipando con ansias quiénes serán
los que han de tomar su lugar. ¿A quiénes se les encomendarán los
intereses vitales de la iglesia? Con la más profunda preocupación
nos debiéramos preguntar quiénes llevarán las responsabilidades de
la causa de Dios cuando caigan los pocos portaestandartes que aún
quedan. No podemos menos que poner la mira con ansias sobre los
jóvenes de hoy día como aquellos que han de asumir estas cargas y
sobre cuyos hombros recaerán las responsabilidades. Deben hacerse
cargo del trabajo donde otros lo han dejado; y el camino por el cual
se encaucen determinará si ha de prevalecer la moral, la religión y
la piedad vital, o si la inmoralidad y la infidelidad han de corromper
y malograr todo lo que sea de valor. La manera como se lleve el
estandarte ahora, determinará cómo será el futuro.
Padres, ¿no demostraréis ahora, por medio de vuestro compor-
tamiento que los principios guiadores serán la sana reprensión, el
buen orden, la armonía y la paz? ¿O será que aquellos cuyo rumbo
en la vida demuestra que tienen mentes frívolas y que están bajos en