Página 130 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
hacer su parte en esta obra, y ninguno está exento. Jesús desea
que todos los que profesan su nombre se conviertan en fervorosos
obreros. Es preciso que cada miembro individual edifique sobre
la Roca, que es Cristo Jesús. Se está levantando una tormenta que
violentará y probará hasta lo sumo la base espiritual de cada uno.
Por lo tanto, evitad los arenales; buscad la roca. Cavad bien hondo;
echad y asegurad bien el cimiento. ¡Edificad, oh, edificad para la
eternidad! Edificad con lágrimas, con oraciones que nazcan del
corazón. Que de ahora en adelante cada uno de vosotros adorne
su vida de buenas obras. Lo que más se necesita en estos últimos
días son hombres como Caleb. Lo que hará que los esfuerzos de la
iglesia sean más vigorosos y tengan éxito no es el bullicio, sino la
obra silenciosa y humilde; no es el alarde o la rimbombancia, sino
el esfuerzo paciente, suplicante y perseverante.
[122]
Dijo Cristo: “El que no está conmigo, está contra mí”.
Mateo
12:30
. Los que se mantendrán en pie ahora, son los hombres y las
mujeres de corazón íntegro y que se han decidido completamente.
Vez tras vez Jesús seleccionó a sus seguidores hasta que en cierta
ocasión quedaron sólo once y algunas mujeres fieles con los cuales
edificaría el fundamento de la iglesia cristiana. Existen personas que
se echan atrás cuando hay cargas que llevar; pero cuando la iglesia
resplandece, se contagian del entusiasmo, cantan y exclaman, y se
arrebatan; pero observadlos. Cuando se disipa el fervor, solamente
algunos fieles como Caleb se adelantarán y darán evidencia de prin-
cipios constantes. Estos son la sal que retiene su sabor. Es cuando
la obra se mueve con dificultad que surgen dentro de las iglesias
verdaderos obreros. Estos no se pasarán hablando de sí mismos o
justificándose a sí mismos, sino que se identificarán completamente
con Cristo Jesús. Ser grande en el reino de Dios significa ser un niño
pequeño en humildad, sencillez de fe, y en pureza de amor.
Perecerá el orgullo; se vencerá toda envidia; se abandonará todo
afán de supremacía; y se alentarán la mansedumbre y la confianza
de niño. Todos los que hacen esto encontrarán que Cristo es su roca
defensora, su torre fuerte. Podrán confiar en él plenamente, y él
nunca les faltará.
¡Ojalá que fuera posible amonestar a todos los que profesan
la verdad presente que busquen al Señor! Al meditar sobre la mi-
sericordia infinita de Dios y su amor inigualable, todos debieran