Obreros para Dios
Mis colaboradores en el gran campo de la mies, nos queda muy
poco tiempo para trabajar. Ahora es la oportunidad más favorable
que alguna vez hayamos de tener, ¡y cuán cuidadosamente debié-
ramos emplear todo momento! Tan consagrado se hallaba nuestro
Redentor al trabajo de salvar almas, que hasta anhelaba su bautismo
de sangre. Los apóstoles se contagiaron del celo de su Maestro, y
firme, constante y celosamente fueron adelante en el cumplimiento
de su gran obra, luchando contra principados y potestades, y malicias
espirituales en los aires.
Estamos viviendo en un tiempo en que se necesita aun mayor
fervor que en el tiempo de los apóstoles. Pero entre muchos de los
ministros de Cristo hay un sentimiento de inquietud, el deseo de imi-
tar el estilo romántico de los modernos evangelistas sensacionales,
de hacer algo grande, de impresionar, de ser tenidos por oradores
capaces, y granjearse honores y distinción. Si los tales pudiesen
afrontar peligros y recibir la honra dada a los héroes, se dedicarían
a la obra con energía inquebrantable. Pero el vivir y trabajar casi
desconocidos, el obrar y sacrificarse por Jesús en la oscuridad sin
recibir alabanza especial de los hombres, esto requiere una sanidad
de principios y una constancia de propósito que muy pocos poseen.
Si se hiciesen mayores esfuerzos para andar humildemente con Dios,
apartando la mirada de los hombres, y trabajando únicamente por
amor de Cristo, se lograría mucho más.
Mis hermanos en el ministerio, buscad a Jesús con toda humil-
dad y mansedumbre. No tratéis de atraer la atención de la gente a
vosotros mismos. Dejadla perder de vista el instrumento, mientras
exaltáis a Jesús. Hablad de Jesús; perdeos a vosotros mismos en
Jesús. Hay demasiado bullicio y conmoción en vuestra religión,
mientras que se olvidan el Calvario y la cruz.
Corremos el mayor peligro cuando recibimos alabanzas unos
de otros, cuando entramos en una confederación para ensalzarnos
mutuamente. La gran preocupación de los fariseos consistía en
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