Página 184 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
defendiendo la fortaleza, a menos que la fe y la devoción de la iglesia
sean proporcionales a sus privilegios y oportunidades, ésta es la
posición más peligrosa que podéis escoger. Yo he visto la condición
de esta iglesia según la ven los ángeles. Tanto el pueblo como
los guardas sufren de engaño espiritual. Mantienen una apariencia
de religión, pero carecen de los eternos principios de justicia. A
menos que haya un cambio decidido, una transformación definida
en esta iglesia, la escuela de allí debiera ser trasladada a alguna otra
localidad.
Si la juventud que ha vivido aquí por años hubiera sabido apro-
vechar sus oportunidades, algunos de los que ahora son escépticos
se hubieran dedicado al ministerio; pero ellos han considerado que
dudar de la verdad es señal de superioridad intelectual y, han abriga-
do la infidelidad y se han jactado de su independencia. Han ofendido
al Espíritu de la gracia y pisoteado la sangre de Cristo.
¿Dónde están los misioneros que debieran prepararse en este
centro que es de la obra? Cada año se debieran enviar de veinte a
cincuenta misioneros de Battle Creek al campo, para llevar la verdad
a los que están en oscuridad; pero la piedad ha llegado a un punto
tan bajo, la devoción está tan debilitada, y prevalecen de tal manera
la mundanalidad y el egoísmo, que la atmósfera moral engendra un
letargo que mata el celo misionero.
No es necesario que vayamos a países lejanos para ser misioneros
de Dios. A nuestro alrededor hay campos que están “blancos para
la siega” y quien quiera recogerá “fruto para vida eterna”. Dios
llama a muchos en Battle Creek que están muriéndose de pereza
espiritual a que se vayan a donde él pueda emplearlos en su causa.
Salid de Battle Creek, aunque esto requiera de vosotros un sacrificio
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pecuniario. Id a donde podáis ser una bendición para los demás.
Id a donde podáis fortalecer alguna iglesia débil. Poned en uso las
fuerzas que Dios os ha dado.
Sacudid de vosotros el letargo espiritual. Trabajad con toda vues-
tra fuerza para que podáis salvar vuestras propias almas y las de
otros. Ahora no es el tiempo de decir “paz y seguridad”. Para dar
este mensaje no se necesitan oradores elocuentes. Ha de proclamarse
la verdad en toda su punzante severidad. Se necesitan hombres de
acción, hombres que trabajen con energía dedicada e inagotable en
favor de la purificación de la iglesia y la amonestación del mundo.