Página 186 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La mundanalidad de la iglesia
Acerca de los santos hombres de la antigüedad está escrito que
Dios no se avergonzaba de ser llamado su Dios. La razón dada es
que en lugar de codiciar las posesiones materiales o de buscar la
felicidad a través de planes y aspiraciones mundanas, colocaban su
todo sobre el altar de Dios y lo utilizaban para el avance de su reino.
Vivían sólo para la gloria de Dios y declaraban cándidamente que
eran forasteros y peregrinos sobre la tierra en busca de una patria
mejor; es decir, la celestial. Su conducta daba evidencia de su fe.
Dios les podía confiar su verdad y dejar que el mundo recibiera de
ellos el conocimiento de su voluntad.
¿Cómo mantiene hoy el pueblo de Dios el honor de su nom-
bre? ¿Cómo deducirá el mundo que son un pueblo especial? ¿Qué
pruebas hay de que son ciudadanos del cielo? El comportamiento
de complacencia propia y comodidad que siguen le da el mentís al
carácter de Cristo, quien si los honrara de una manera señalada ante
el mundo, estaría con ello aprobando esta falsa representación de su
carácter.
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Me dirijo a la iglesia de Battle Creek: ¿Qué clase de testimonio
estáis dando al mundo? Al presentárseme vuestro proceder, me
fueron señaladas las casas que recientemente han sido construidas
por nuestro pueblo en esa ciudad. Estos edificios son otros tantos
monumentos de vuestra incredulidad para con las doctrinas que
profesáis. Ellos predican sermones más efectivos que ninguno de los
que se predican desde el púlpito. Vi que los mundanos, mofándose y
riéndose, los señalan como una negación de nuestra fe. Proclaman
lo que sus dueños han estado diciendo en su corazón: “Mi señor se
tarda en venir”.
Contemplé la manera de vestir y escuché la conversación de
muchos que profesan la verdad. Ambas cosas se oponían a los
principios de la verdad. El vestido y la conversación revelan lo que
más atesoran los que dicen que son peregrinos y advenedizos sobre
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