Página 231 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La unidad cristiana
“Os ruego pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Je-
sucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre
vosotros disensiones, antes seáis perfectamente unidos en una mis-
ma mente y en un mismo parecer”.
1 Corintios 1:10
.
La unión hace la fuerza; la división significa debilidad. Cuando
los que creen la verdad presente están unidos, ejercen una influencia
poderosa. Satanás lo comprende bien. Nunca estuvo más resuelto
que ahora a anular la verdad de Dios causando amargura y disensión
entre el pueblo del Señor.
El mundo está contra nosotros, y también las iglesias populares;
las leyes del país pronto estarán contra nosotros. Si ha habido alguna
vez un tiempo en que el pueblo de Dios debía unirse, es ahora. Dios
nos ha confiado las verdades especiales para este, tiempo, para que
las demos a conocer al mundo. El último mensaje de misericordia
se está proclamando ahora. Estamos tratando con hombres y mu-
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jeres encaminados hacia el juicio. ¡Cuán cuidadosos debemos ser
en toda palabra y acto para seguir de cerca al Dechado, a fin de
que nuestro ejemplo conduzca a los hombres a Cristo! ¡Con qué
cuidado debemos tratar de presentar la verdad, a fin de que los de-
más, contemplando su belleza y sencillez, sean inducidos a recibirla!
Si nuestro carácter testifica de su poder santificador, seremos una
luz continua para los demás: epístolas vivientes, conocidas y leí-
das de todos los hombres. No debemos dar ahora cabida a Satanás
albergando desunión, discordia y disensión.
La preocupación manifestada por nuestro Salvador en su última
oración antes de ser crucificado era que la unión y el amor existiesen
entre sus discípulos. Teniendo delante de sí la agonía de la cruz, no
se preocupaba por sí mismo, sino por aquellos a quienes debía dejar
para que continuasen su obra en la tierra. Les esperaban las más
severas pruebas; pero Jesús vio que su mayor peligro provendría de
un espíritu de amargura y división. De allí que orase así:
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