Página 244 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La obra del ministro del evangelio
Hay muchas cosas que necesitan corregirse en las asociaciones
de Upper Columbia y North Pacific.
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El Creador esperaba que los
hermanos allí llevasen fruto conforme a la luz y los privilegios que
les fueron otorgados, pero en esto ha quedado chasqueado. El les
ha dado toda ventaja posible; pero ellos no han mejorado en lo que
se refiere a la mansedumbre, la piedad, y la benevolencia. No han
seguido aquel curso de vida, no han revelado aquel carácter ni ejer-
cido aquella influencia que más contribuiría a honrar a su Creador, a
ennoblecerlos a ellos mismos y a convertirlos en una bendición para
su prójimo. En sus corazones reina el egoísmo. Les encanta hacer
lo que mejor les conviene y buscan su propia comodidad, honra y
prosperidad, y el placer personal, ya sea en su forma más ordinaria o
más refinada. Si seguimos el camino del mundo y las inclinaciones
de nuestras propias mentes, ¿será para nuestro bien? Dios, quien
formó al hombre, ¿no espera algo mejor de nosotros?
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”.
Efesios
5:1
. Los cristianos han de ser como Cristo. Deben tener el mismo
espíritu, ejercer su misma influencia, y poseer la misma excelencia
moral que él poseyó. Los idólatra y corrompidos de corazón tienen
que arrepentirse y volver a Dios. Los que son orgullosos y que se
justifican a sí mismos tienen que subyugar el yo y arrepentirse con
corazón manso y humilde. Los que se inclinan hacia la mundanalidad
tendrán que desprender los tentáculos de su corazón de la basura
del mundo a la cual están prendidos y entrelazarse con Dios; han de
convertirse en personas de pensamiento espiritual. Los deshonestos
y prevaricadores tienen que hacerse justos y rectos. Los ambiciosos
y codiciadores han de ocultarse en Jesús y procurar su gloria, y no la
propia. Tienen que despreciar su propia santidad y acumular tesoro
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en el cielo. Los que no oran tendrán que sentir la necesidad tanto de
la oración secreta como la de familia y elevar sus plegarias a Dios
con gran fervor.
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