La fidelidad en la obra de Dios
Hay un precioso talento en las iglesias de Oregón y en el te-
rritorio de Washington; y si se hubiera desarrollado mediante una
labor bien dirigida, pudieran haber ahora obreros eficientes en estas
asociaciones. Una iglesia viva es siempre una iglesia trabajadora. La
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verdad es poder, y aquellos que reconocen su potencia, la defenderán
con valor e intrepidez. La verdad ha de ser percibida intelectual-
mente, recibida en el corazón y sus principios incorporados en el
carácter; y luego ha de haber un constante esfuerzo para convencer
a otros de que la acepten, porque Dios hace a los seres humanos
responsables por el uso que hagan de la luz que él les imparte.
Dios pide que su pueblo aproveche la capacidad que él le ha dado.
Las facultades mentales han de cultivarse hasta lo sumo; deberán ser
fortalecidas y ennoblecidas mediante la meditación en las verdades
espirituales. Si se permite que la mente discurra enteramente sobre
asuntos triviales y sobre los negocios comunes de la vida cotidiana,
seguirá una de sus leyes invariables y se debilitará, se volverá frívola
y se hará deficiente en poder espiritual.
Están por sobrecogernos tiempos que probarán las almas de
los hombres; los que son débiles en la fe no resistirán la prueba
de aquellos días de peligro. Las grandes verdades de la revelación
deben ser estudiadas cuidadosamente, porque todos necesitaremos
un conocimiento inteligente de la Palabra de Dios. El estudio de
la Biblia y la comunión diaria con Jesús nos darán nociones bien
definidas de responsabilidad personal y fuerza para subsistir en el
día de fuego y tentación. Aquel cuya vida esté unida con Cristo por
vínculos ocultos será guardado por el poder de Dios mediante fa fe
que salva.
Debiera reflexionarse más en las cosas de Dios, y menos en los
asuntos temporales. El cristiano profeso que ama el mundo puede
llegar a familiarizarse tanto con la Palabra de Dios como lo ha hecho
ya con los asuntos mundanales, si ejercita su mente en esa dirección.
“Escudriñad las Escrituras -dijo Cristo-, porque a vosotros os parece
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