Página 296 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

Basic HTML Version

292
Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
Al hombre debiera mostrársele consideración y honra sólo como
embajador de Dios. Dios no se complace en que el hombre sea
honrado. El mensaje que trae debe someterse a la prueba de la
Biblia. “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es
porque no les ha amanecido”.
Isaías 8:20
. Pero, la Palabra de Dios
[281]
no ha de juzgarse por norma humana. Debe comprenderse que las
personas cuyas mentes están formadas conforme a un molde terreno,
las que tienen una experiencia cristiana limitada y no saben sino
poco de las cosas de Dios, son las que tienen el menor respeto por
los siervos de Dios y la menor reverencia por el mensaje que él les
pide que proclamen. Escuchan un mensaje escrutador y se van a sus
hogares listos para ponerlo en tela de juicio, y la impresión dejada
desaparece de sus mentes como el rocío matutino ante el sol. Si la
predicación es de carácter emocional, apelará a los sentimientos,
pero no al corazón ni a la conciencia. Esta manera de predicar no
produce ningún bien duradero, pero a menudo conquista el afecto
de las personas y suscita sus emociones en favor del hombre que las
complace. Se olvidan de que Dios dijo: “Desentendeos del hombre,
cuyo aliento está en su nariz”.
Isaías 2:22
.
Con profundo anhelo Jesús espera manifestar ante su pueblo la
gloria que acompañará su segundo advenimiento y hacerle contem-
plar panoramas arrobadores. Hay cosas maravillosas que han de ser
reveladas. Una larga vida de oración e investigación dejará mucho
sin explorar y sin explicar; pero, lo que no sabemos ahora se nos
revelará en el más allá. La labor de enseñanza iniciada aquí se llevará
a cabo por toda la eternidad. Al conducir las huestes de los redimidos
a la Fuente de aguas vivas, el Cordero impartirá ricos tesoros de
conocimiento; descifrará misterios en las obras de la providencia
divina que nunca antes habían sido entendidos.
Nunca podremos descubrir a Dios por medio de la investigación.
El no plantea sus designios ante la mente cuidadosa e inquisitoria.
No intentemos con mano insolente descorrer la cortina tras la cual él
vela su majestad. El apóstol exclamó: “¡Cuán inescrutables son sus
juicios, e insondables sus caminos!”
Romanos 11:33
. La ocultación
de su poder, el hecho de que está envuelto en pavorosas nubes
de misterio y oscuridad, es evidencia de su misericordia, porque
levantar el velo que oculta su divina presencia significaría la muerte.
Ninguna mente mortal puede penetrar el encubrimiento dentro del