Página 295 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La crítica contra los ministros
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aduladores y fingidores que han cedido al deseo de complacer; pero
los hombres fieles, que no se inclinan por el interés personal, sino
que aman a sus hermanos de tal manera que no pueden tolerar el
pecado en ellos, son de veras muy contados.
Satanás se propone definitivamente interrumpir toda comunica-
ción entre Dios y su pueblo para poder llevar a cabo sus artificios
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engañosos sin que haya una voz que denuncie su peligro. Si logra
inducir a los hombres a desconfiar del mensajero o a no atribuirle
santidad a su mensaje, él sabe que no sentirán que están bajo la
obligación de prestar atención a la Palabra de Dios dirigida a ellos.
Y cuando la luz es puesta a un lado como oscuridad, Satanás ha
logrado sus fines.
Nuestro Dios es celoso; no se le ha de tomar livianamente. Aquel
que hace todas las cosas conforme al consejo de su propia voluntad,
se ha complacido en colocar hombres bajo diversas circunstancias
y en asignarles deberes y prácticas adaptados a los tiempos en que
viven y al ambiente en el cual son colocados. Si apreciaran la luz
que les da, sus facultades se ensancharían y se ennoblecerían en
gran manera, y se abriría ante ellos un panorama más amplio de
la verdad. Los misterios de las cosas eternas, y especialmente la
maravillosa gracia de Dios como ha sido manifestada en el plan
de la redención, serían revelados en sus mentes; porque las cosas
espirituales se disciernen espiritualmente.
Nunca hemos de olvidar que Cristo nos instruye a través de
sus siervos. Puede haber conversiones sin la intervención de un
sermón. Cuando las personas viven aisladas y no tienen acceso a los
medios usados por Dios para impartir su gracia, el Espíritu Santo
obra en ellas y se convencen de la verdad por medio de la lectura
de la Palabra; pero el medio designado por Dios para la salvación
de las almas es “la locura de la predicación”. Aunque humanos, y
rodeados de las debilidades humanas, los hombres son mensajeros de
Dios; y nuestro querido Salvador se entristece cuando sus esfuerzos
logran tan poco. Todo ministro que sale al gran campo de la cosecha
debiera honrar su ministerio. Debiera no sólo procurar llevar a los
hombres al conocimiento de la verdad, sino trabajar, al igual que
Pablo, “amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre
en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo
hombre”.
Colosenses 1:28
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