Página 313 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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“Alabad a Dios”
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¿No tomaréis la copa de la salvación que él ofrece, e invocaréis
el nombre del Señor? No manifestéis desconfianza en Aquel que
os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. No causéis por
un momento, mediante vuestra incredulidad, dolor al corazón del
Salvador compasivo. El vigila con el interés más intenso vuestro pro-
greso en el camino celestial; él ve vuestros esfuerzos fervientes; nota
vuestros descensos y vuestros restablecimientos, vuestras esperanzas
y vuestros temores, vuestros conflictos y vuestras victorias.
¿Consistirán nuestros ejercicios de devoción en pedir y recibir?
¿Estaremos siempre pensando en nuestras necesidades, y nunca
en los beneficios que recibimos? ¿Recibiremos las mercedes del
Señor, y nunca le expresaremos nuestra gratitud, nunca le alabaremos
por lo que ha hecho por nosotros? No oramos demasiado, pero
somos demasiado parsimoniosos en cuanto a dar las gracias. Si la
bondad amante de Dios provocase más agradecimiento y alabanza,
tendríamos más poder en la oración. Abundaríamos más y más
en el amor de Dios, y él nos proporcionaría más dádivas por las
cuales alabarle. Vosotros que os quejáis de que Dios no oye vuestras
oraciones, cambiad el orden actual, y mezclad alabanzas con vuestras
peticiones. Cuando consideréis su bondad y misericordia, hallaréis
que él tiene en cuenta vuestras necesidades.
Orad, orad fervientemente y sin cesar, pero no os olvidéis de
alabar a Dios. Incumbe a todo hijo de Dios vindicar su carácter.
Podéis ensalzar a Jehová; podéis mostrar el poder de la gracia sos-
tenedora. Hay multitudes que no aprecian el gran amor de Dios ni
la compasión divina de Jesús. Millares consideran con desdén la
gracia sin par manifestada en el plan de redención. Todos los que
participan de esa gran salvación no son inocentes al respecto. No
cultivan corazones agradecidos. Pero el tema de la redención es un
tema que los ángeles desean escudriñar; será la ciencia y el canto
de los redimidos a través de las edades sin fin de la eternidad. ¿No
es digno de reflexión y estudio cuidadoso ahora? ¿No alabaremos a
Dios con corazón, alma y voz por sus “maravillas para con los hijos
de los hombres”?
Salmos 107:8
.
Alabemos al Señor en la congregación de su pueblo. Cuando
la Palabra del Señor fue dirigida antiguamente a los hebreos, la
orden fue: “Y diga todo el pueblo, Amén”. Cuando el arca del
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pacto fue traída a la ciudad de David, y se cantó un salmo de gozo