La responsabilidad de los padres
Los padres son en gran medida responsables por la forma como
se amoldará el carácter de sus hijos. Su blanco debiera ser simetría y
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proporción. Hay pocas mentes bien equilibradas, porque los padres
malamente descuidan su deber de estimular los rasgos débiles y re-
primir los malos. Olvidan que están bajo la más solemne obligación
de cuidar las tendencias de cada niño, que es su deber educar a sus
hijos para que adquieran hábitos adecuados y una manera de pensar
correcta.
A veces los padres esperan que el Señor haga precisamente
el mismo trabajo que les asignó a ellos. En vez de restringir y
controlar a sus hijos como debieran, los engríen y consienten, y
satisfacen sus caprichos y deseos. Cuando estos niños salen de sus
hogares, lo hacen con caracteres deformados por el egoísmo, apetitos
descontrolados y obstinación. Carecen de cortesía o respeto hacia
sus padres, y no aman las verdades de la religión ni la alabanza
a Dios. Han crecido con rasgos que son una maldición para ellos
mismos y los demás por toda la vida. El hogar no es nada feliz si
se dejan florecer las malas hierbas de la disensión, el egoísmo, la
envidia, la pasión y una malhumorada testarudez en el abandonado
huerto del alma.
Los padres no deben mostrar ninguna parcialidad, sino que han
de tratar a todos sus hijos con ternura, no olvidando que han sido
comprados con la sangre de Cristo. Los niños imitan a los padres;
por lo tanto, estos debieran procurar con gran esmero darles buenos
ejemplos. Los padres que son bondadosos y corteses en el hogar,
mientras que a la vez son firmes y decididos, verán que los mismos
rasgos se manifestarán en sus hijos. Si son rectos, honrados y hono-
rables, lo más probable es que sus hijos se asemejen a ellos en este
particular. Si reverencian y adoran a Dios, sus hijos, al educarse de
la misma manera, no olvidarán servirle a él también.
A menudo sucede que los padres no toman la precaución de ro-
dear a sus hijos con influencias correctas. Al escoger un lugar donde
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