Página 346 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
no tengan deseos más sinceros de hacer el bien, ningún interés más
profundo en la causa de Dios; tal vez no sean más fieles y leales, ni
su simpatía más profunda, ni su amor más cálido; sin embargo, por
causa de su delicadeza y tacto, tienen mayor éxito en volver a ganar
a los errantes.
Al Señor le agradaría que su pueblo fuese más considerado de
lo que es actualmente, más misericordioso y que se ayudasen más
unos a otros. Cuando el amor de Cristo mora en el corazón, cada uno
tendrá más tierno cuidado de los intereses de los demás. El hermano
no se aprovechará de otro hermano en la transacción de negocios.
Uno no cobrará un interés exorbitante, porque ve que su hermano
está en aprietos y necesita ayuda. Aquellos que se aprovechan de las
necesidades de los demás demuestran conclusivamente que no se
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rigen por los principios del Evangelio de Cristo. Su proceder está
registrado en los libros del cielo como fraude y falta de honradez;
y dondequiera que estos principios rijan, la bendición del Señor no
entrará en el corazón. Tales personas están recibiendo la estampa
del gran adversario en lugar de la del Espíritu de Dios. Pero los que
finalmente hereden el reino, han de ser transformados por la gracia
divina; deberán ser puros de corazón y de vida y poseer caracteres
simétricos.
Hermano mío, considero que usted está en grave peligro. Su teso-
ro está hecho en la tierra, y su corazón está puesto en su tesoro. Pero
todos los bienes que acumule no le bastarán para pagar el rescate
por su alma. Entonces, no permanezca en un estado de impeniten-
cia e incredulidad que vaya, en su caso, a derrotar los propósitos
misericordiosos de Dios; no obligue a que su mano paciente deba
traer sobre usted la destrucción de su propiedad y la aflicción de su
persona.
Cuántos no hay que ahora mismo están procediendo de tal ma-
nera que de aquí a poco traerán sobre sí tales visitaciones de juicio.
Viven día tras día, semana tras semana, año tras año para sus pro-
pios intereses egoístas. Su influencia y sus recursos, acumulados a
través de la capacidad y tacto que Dios les ha dado, son usados para
ellos mismos y sus familias sin pensar en su bondadoso Benefactor.
No permiten que nada fluya de vuelta al Dador. Es más, llegan a
considerar la vida y los talentos que se les han encomendado como
suyos propios; y si le dan a Dios la parte que él justamente reclama,