Página 36 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
la censura tan agudamente como él. En esto él ha lastimado a sus
hermanos y no ha agradado a Dios.
Los profesores dentro del colegio
Hay una labor que hacer en favor de cada profesor en nuestro
colegio. Nadie está exento del egoísmo. Si el carácter moral y reli-
gioso de los maestros fuera lo que debe ser, se ejercería una mejor
influencia sobre los alumnos. Los profesores no procuran indivi-
dualmente hacer su trabajo con el único propósito de glorificar a
Dios. En lugar de contemplar a Jesús e imitar su vida y carácter, se
miran a sí mismos y apuntan demasiado hacia el logro de una norma
humana. Ojalá que me fuera posible impresionar a cada profesor
para que apreciara plenamente su responsabilidad por la influencia
que ejerce sobre los jóvenes. Satanás es infatigable en sus esfuerzos
para asegurarse el servicio de nuestra juventud. Con gran cautela
tiende la red para los pies inexpertos. El pueblo de Dios debiera
protegerse celosamente contra sus artimañas.
Dios es la personificación de la benevolencia, la misericordia y
el amor. Los que verdaderamente están conectados con él no pueden
estar en desavenencia unos con otros. La presencia del Espíritu
engendra la armonía, el amor y la unidad en el corazón. Se ve lo
contrario entre los hijos de Satanás. Su obra consiste en incitar la
envidia, la contienda, y los celos. En el nombre de mi Maestro, pido
a los que profesan ser seguidores de Cristo: ¿Qué fruto lleváis?
En el sistema de instrucción empleado en las “escuelas comunes”
se descuida la parte más esencial de la educación, a saber, la religión
de la Biblia. La educación no sólo afecta en gran medida la vida
del estudiante en este mundo, sino que su influencia se extiende
hasta la eternidad. ¡Cuán importante es, pues, que los profesores
sean personas capaces de ejercer una influencia correcta! Deben ser
hombres y mujeres de experiencia religiosa, que reciben a diario luz
divina para impartirla a sus alumnos. Pero no se debe esperar que el
profesor haga el trabajo de los padres. Entre muchos padres ha habi-
do un temible descuido del deber. Al igual que Elí, dejan de ejercer
la disciplina debida; y luego mandan a sus hijos indisciplinados al
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colegio para recibir la enseñanza que los padres debieron haberles
dado en el hogar. A los profesores les toca una tarea que sólo unos