El casamiento con los incrédulos
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elegirá andar en sus pisadas, por doloroso que sea para sus senti-
mientos naturales. Dice Pablo: “Mas lejos esté de mí gloriarme, sino
en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es
crucificado a mí, y yo al mundo”.
Usted, hermana L, necesita sentarse a los pies de Jesús, y apren-
der de él, como María antiguamente. Dios requiere de usted una
completa entrega de su voluntad, sus planes y propósitos. Jesús es
su conductor; debe mirar a él; en él debe confiar, sin permitir que
cosa alguna la desvíe de la vida de consagración que debe a Dios.
Su conversación debe concernir al cielo, del cual usted espera al
Salvador. Su piedad debe ser de tal carácter que se haga sentir entre
todos los que entren en su esfera de influencia. Dios requiere de
usted que en cada acto de la vida rehuya la misma apariencia de mal.
¿Está usted haciéndolo? Usted está bajo la más sagrada obligación
de no empequeñecer ni comprometer su santa fe vinculándose con
los enemigos del Señor. Si está tentada a despreciar las recomen-
daciones de su Palabra porque otros lo hayan hecho, recuerde que
también su ejemplo ejercerá influencia. Otros harán como usted, así
el mal se extenderá. Si mientras profesa ser, hija de Dios no cumple
sus requerimientos, causará un daño infinito a quienes la miran en
busca de dirección.
La salvación de las almas debe ser el blanco constante de los que
moran en Cristo. Pero ¿qué ha hecho usted para alabar a Aquel que
la sacó de las tinieblas? “Despiértate, tú que duermes, y levántate
de los muertos, y te alumbrará Cristo”.
Efesios 5:14
. Sacuda esta
infatuación fatal que entorpece sus sentidos y paraliza las energías
de su alma.
Se nos ofrecen los mayores incentivos a ser Fieles, los más altos
motivos, las más gloriosas recompensas. Los cristianos han de ser
representantes de Cristo, hijos e hijas de Dios. Son sus joyas, sus
tesoros peculiares. Acerca de todos los que se mantengan firmes, de-
clara: “Andarán conmigo en vestiduras blancas; porque son dignos”
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Apocalipsis 3:4
. Los que lleguen a los portales de la bienaventuran-
za eterna no considerarán demasiado grande ningún sacrificio que
hayan hecho.
Dios le ayude a soportar la prueba, y a conservar su integridad.
Aférrese por la fe a Jesús. No falte a su Redentor.