Página 453 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La iglesia es la luz del mundo
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más sagrados cometidos del cielo? ¿Diréis como Caín: “¿Soy yo
guarda de mi hermano”?
Génesis 4:9
.
Recordad que vuestra responsabilidad no se mide por vuestros
actuales recursos y capacidades, sino por las facultades original-
mente concedidas y las posibilidades de mejorarlas. La pregunta
que cada uno debe hacerse no se refiere a si él es ahora inexperto e
inepto para trabajar en la causa de Dios, sino cómo y por qué se halla
en esa condición, y cómo puede ser remediada. Dios no nos dotará
en forma sobrenatural de las cualidades de que carecemos; pero
mientras ejercemos la habilidad que tenemos, él obrará con nosotros
para aumentar y fortalecer toda facultad; nuestras energías dormi-
das serán despertadas, y las facultades que han estado paralizadas
durante mucho tiempo recibirán nueva vida.
Mientras estamos en el mundo, debemos tratar con las cosas del
mundo. Siempre será necesaria la transacción de negocios tempo-
rales de carácter secular; pero éstos no deben llegar a absorberlo
todo. El apóstol Pablo formuló una regla segura: “En el cuidado
no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor”.
Romanos
12:11
. Los deberes humildes y comunes de la vida han de cumplirse
todos con fidelidad; “con buena voluntad”, dice el apóstol, “como
al Señor”.
Efesios 6:7
. Cualquiera sea nuestro ramo de trabajo, en
la casa, en el campo, o en las actividades intelectuales, podemos
cumplirlo para gloria de Dios, mientras damos a Cristo el primero,
el último y el mejor lugar en todo. Pero, además de esos empleos
mundanales, ha sido dado a cada discípulo de Cristo un trabajo espe-
cial para edificar su reino, un trabajo que requiere esfuerzo personal
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para la salvación de los hombres. No es una obra que haya de ser
cumplida una vez por semana simplemente, en el local del culto,
sino en todo tiempo y en todo lugar.
Cada uno de los que se vinculan con la iglesia hace por ese
hecho un voto solemne de trabajar para el bien de la iglesia, y de
juzgar este interés como superior a toda consideración mundanal.
Le toca conservar una relación viva con Dios, dedicarse con corazón
y alma al gran plan de la redención y manifestar, en su vida y
carácter, la excelencia de los mandamientos de Dios en contraste
con las costumbres y los preceptos del mundo. Toda persona que
ha profesado aceptar a Cristo se ha comprometido a ser todo lo que
puede ser como obrero espiritual, a ser activa, celosa y eficiente en