Página 454 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
el servicio de su Maestro. Cristo espera que cada hombre haga su
deber. Sea éste el santo y seña de todas las filas de sus discípulos.
Para impartir luz, no hemos de esperar que se nos solicite e im-
portune para dar consejo o instrucción. Cada uno de los que reciben
los rayos del Sol de justicia ha de reflejar su brillo sobre cuantos le
rodean. Su religión debe ejercer una influencia decidida y positiva.
Sus oraciones y súplicas deben estar de tal manera impregnadas del
Espíritu Santo que enternezcan y subyuguen el alma. Dijo Jesús:
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean
vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos”.
Mateo 5:16
.
Sería mejor para un mundano nunca haber visto a quien profese
religión que haber estado bajo la influencia de quien ignora el poder
de la piedad. Si Cristo fuese nuestro modelo, su vida nuestra regla,
¡qué celo se manifestaría, qué esfuerzos se harían, qué generosidad
se ejercería, qué abnegación se practicaría! ¡Cuán incansablemente
trabajaríamos, qué fervientes peticiones por poder y sabiduría eleva-
ríamos a Dios! Si todos los que profesan ser hijos de Dios sintieran
que es su ocupación principal hacer la obra que él les ordenó, si
trabajasen abnegadamente en su causa, ¡qué cambio se vería en los
corazones y hogares, en las iglesias, sí, en el mundo mismo!
En toda época, los que siguieron a Cristo necesitaron vigilancia
y fidelidad; pero ahora, estando en el mismo umbral del mundo
eterno y teniendo las verdades que tenemos, tanta luz y una obra
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tan importante, debemos duplicar nuestra diligencia. Cada uno ha
de obrar hasta lo sumo de su capacidad. Hermano mío, usted hace
peligrar su salvación si retrocede ahora. Dios le pedirá cuenta si no
hace el trabajo que le asignó. ¿Conoce usted la verdad? Comuníquela
a otros.
¿Qué puedo decir para despertar a nuestras iglesias? ¿Qué puedo
decir a los hermanos que han desempeñado una parte destacada
en la proclamación del postrer mensaje? “El Señor viene”, debe
ser el testimonio dado, no sólo por los labios, sino por la vida y el
carácter; pero muchos de los individuos a quienes Dios ha dado
luz y conocimiento, talentos de influencia y recursos, son hombres
que no aman la verdad ni la practican. Han bebido tan ávidamente
de la copa intoxicante del egoísmo y la mundanalidad que se han
embriagado con los cuidados de esta vida.