Página 455 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La iglesia es la luz del mundo
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Hermanos, si continuáis siendo tan ociosos y mundanos y tan
egoístas como antes, Dios os pasará seguramente por alto, y tomará
a los que tienen menos cuidado de sí mismos, son menos ambiciosos
de honores mundanales, y no vacilarán como no vaciló su Maestro,
en cuanto a salir del campamento cargados de oprobio. La obra será
dada a quienes la acepten, la aprecien y entretejan sus principios con
su experiencia diaria. Dios elegirá a hombres humildes, que traten
de glorificar su nombre y de hacer progresar su causa, más bien que
honrarse y favorecerse a sí mismos. El suscitará hombres que no
tengan tanta sabiduría mundanal, pero que estén relacionados con
él, que busquen fuerza y consejo de lo alto.
Algunos de nuestros hermanos dirigentes se inclinan a manifes-
tar el espíritu que manifestó el apóstol Juan cuando dijo: “Maestro,
hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo
prohibimos, porque no sigue con nosotros”.
Lucas 9:49
. La organi-
zación y la disciplina son esenciales, pero hay ahora gran peligro de
apartarse de la sencillez del Evangelio de Cristo. Lo que necesita-
mos es depender menos de las meras formas y ceremonias, y mucho
más del poder de la verdadera piedad. Si su vida y carácter son
ejemplares, trabajen todos los que quieran, cualquiera que sea su ca-
pacidad. Aunque no se conformen exactamente a vuestros métodos,
no debéis decir una sola palabra para condenarlos o desalentarlos.
Cuando los fariseos deseaban que Jesús hiciese callar a los niños
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que cantaban sus alabanzas, el Salvador dijo: “Si éstos callaren, las
piedras clamarán”.
Lucas 19:40
.
La profecía debía cumplirse. Así también en estos días, la obra
debe ser hecha. Hay muchos ramos en la obra: desempeñe cada
uno una parte lo mejor que pueda. El hombre que tiene un talento
no debe ir a enterrarlo. Dios ha dado a cada uno su trabajo, según
su capacidad. Aquellos a quienes han sido confiados cometidos y
capacidades mayores, no deben tratar de hacer callar a otros que
son menos capaces o expertos. Los hombres que tienen un talento
pueden alcanzar una clase de personas que aquellos que tienen dos o
cinco talentos no pueden alcanzar. Grandes y pequeños por igual, son
vasos elegidos para llevar el agua de la vida a las almas sedientas. No
repriman los predicadores al obrero más humilde, diciendo: “Usted
debe trabajar en este ramo, o no trabajar en absoluto”. Dejadlos
libres, hermanos. Haga cada uno en su propia esfera, con su propia