Página 456 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
armadura puesta, cuanto pueda en su manera humilde. Fortaleced sus
manos en la obra. Este no es un tiempo en que haya de predominar
el farisaísmo. Dejad trabajar a Dios por medio de quienes quiera. El
mensaje debe pregonarse.
Todos han de demostrar su fidelidad a Dios por el uso prudente
del capital que les ha sido confiado, no sólo en recursos, sino en cual-
quier don que tienda a la edificación de su reino. Satanás empleará
todo designio posible para impedir que la verdad llegue a aquellos
que están sumidos en el error; pero la voz de la amonestación y
la súplica debe llegarles. Y aunque son tan sólo pocos los que es-
tán empeñados en esta obra, millares debieran estar tan interesados
como ellos.
Dios no quiso nunca que los miembros laicos de la iglesia se
excusasen de trabajar en su causa. “Id también vosotros a mi viña”
(
Mateo 20:4
), es la orden del Maestro a cada uno de los que le siguen.
Mientras en el mundo haya almas que no se han convertido, deben
hacerse los esfuerzos más activos, fervientes, celosos y resueltos para
su salvación. Los que han recibido la luz deben tratar de iluminar a
los que no la poseen. Si los miembros de la iglesia no emprenden
individualmente esta obra, demuestran que no tienen relación viva
con Dios. Su nombre está registrado como el de siervos perezosos.
¿No podéis discernir la razón por la cual no hay más espiritualidad
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en nuestras iglesias? Es porque no colaboráis con Cristo.
Dios ha dado a cada hombre su trabajo. Espere cada uno en
Dios, y él nos enseñará a trabajar, y nos mostrará qué obra somos
más aptos para cumplir. Sin embargo, nadie debe empezar con un
espíritu independiente, para promulgar nuevas teorías. Los obreros
deben estar en armonía con la verdad y con sus hermanos. Debe
haber consultas y cooperación. Pero no han de sentir que a cada paso
deban aguardar para preguntar a algún oficial superior si pueden
hacer esto o aquello. No miréis al hombre para ser guiados, sino al
Dios de Israel.
La obra que la iglesia no ha hecho en tiempo de paz y prosperi-
dad, tendrá que hacerla durante una terrible crisis, en las circunstan-
cias más desalentadoras y prohibitivas. Las amonestaciones que la
conformidad al mundo ha hecho callar o retener, deberán darse bajo
la más fiera oposición de los enemigos de la fe. Y en ese tiempo la
clase superficial y conservadora, cuya influencia impidió constante-