Página 465 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Josué y el ángel
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El hecho de que los hijos reconocidos de Dios están representa-
dos como de pie delante del Señor con ropas inmundas, debe inducir
a todos los que profesan su nombre a sentir humildad y a escudriñar
profundamente su corazón. Los que están de veras purificando su
alma y obedeciendo la verdad, tendrán una muy humilde opinión
de sí mismos. Cuanto más de cerca vean el carácter sin mancha de
Cristo, mayor será su deseo de ser transformados a su imagen, y
menos pureza y santidad verán en sí mismos. Pero aunque debe-
mos comprender nuestra condición pecaminosa, debemos fiar en
Cristo como nuestra justicia, nuestra santificación y redención. No
podemos contestar las acusaciones de Satanás contra nosotros. Sólo
Cristo puede presentar una intercesión eficaz en nuestro favor. El
puede hacer callar al acusador con argumentos que no se basan en
nuestros méritos, sino en los suyos.
Sin embargo, no debemos conformarnos con una vida pecami-
nosa. Debiera despertar a los cristianos e inducirlos a un celo y
fervor mayores para vencer el mal, a pensar que todo defecto del
carácter, todo punto en el cual ellos no alcanzan la norma divina,
es una puerta abierta por la cual Satanás puede entrar a tentarlos
y destruirlos; y además, que todo fracaso y defecto de su parte da
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ocasión al tentador y a sus agentes para echar oprobio sobre Cristo.
Debemos dedicar toda energía del alma a la obra de vencer, y acudir
a Jesús a fin de recibir fuerza para hacer lo que no podemos hacer
nosotros mismos.
Ningún pecado puede tolerarse en aquellos que andarán con
Cristo en ropas blancas. Las vestiduras sucias han de ser sacadas,
y ha de ponerse sobre nosotros el manto de la justicia de Cristo.
Por el arrepentimiento y la fe, somos habilitados para prestar obe-
diencia a todos los Mandamientos de Dios, y somos hallados sin
culpa delante de él. Los que recibirán la aprobación de Dios están
ahora afligiendo sus almas, confesando sus pecados, y suplicando
fervientemente el perdón por Jesús su Abogado. Su atención está
fija en él, su esperanza y su fe se concentran en él, y cuando se da
la orden: “Quitadle esas vestimentas: viles, y vestidle de ropas de
gala, y pongan mitra limpia sobre su cabeza”, están preparados para
atribuirle toda la gloria de su salvación.
La visión de Zacarías con referencia a Josué y el ángel se aplica
con fuerza peculiar a la experiencia del pueblo de Dios durante la