Página 472 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La unidad y el amor en la iglesia
Estimados hermanos y hermanas de Healdsburg,
No olvidéis que una de las artimañas más peligrosas que Satanás
haya preparado para la iglesia se manifestará a través de sus propios
miembros que no aman a Dios por sobre todo, o a su prójimo como
a sí mismos. Satanás se esfuerza continuamente para interponerse
entre los hermanos. Procura ganar el control de los que dicen creer
la verdad, pero que no están convertidos; y cuando puede influir
sobre ellos, por vía de su naturaleza carnal, a que se unan a él en
su intento de obstruir los propósitos de Dios, entonces se llena de
júbilo.
El Instituto de Salud, el colegio, el ministerio y las sociedades
misioneras, son todos instrumentos que Dios usa para la realización
de su obra Si Satanás puede en alguna forma inventar algo que
logre apartar talentos y recursos de estas agencias y desviarlos por
otro cauce, lo hará. Hay algunos que se han engañado a sí mismos.
Mientras se jactan de estar haciendo la obra de Dios, están cayendo
en manos del gran engañador y sirviéndole eficazmente. Cuidado
con estos engaños. Recordad siempre lo que se espera de nuestra
profesión como cristianos, como pueblo especial de Dios; y cuidaos
que al ejercer la independencia personal, no vaya vuestra influencia
a obrar contra los propósitos de Dios y que vosotros, por las tretas
de Satanás, os convirtáis en piedras de tropiezo que directamente
obstruyan el camino de los débiles y vacilantes. Existe el peligro de
dar ocasión a nuestros enemigos a que blasfemen contra Dios y se
burlen de los que creen la verdad.
Guardaos especialmente de convertiros en herramienta en manos
del enemigo para apartar la mente de algunos -hombres, mujeres
o niños- para que no hagan entrega total de sí mismos a Dios y no
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lleven a cabo una mayor obra en este tiempo. Cuidado con lisonjear a
los jóvenes presentando ante ellos la perspectiva del lucro financiero,
maravillosas ventajas educacionales, o grandes logros personales.
Las palabras halagadoras son dulces para el corazón no consagrado,
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