Página 473 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La unidad y el amor en la iglesia
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y algunos de los que creen estar firmes, se ofuscan, se fascinan,
se embriagan, con deseos que nunca se cumplen. Se ha hecho un
gran mal de esta forma. Todos deben pensar y hablar modestamente
acerca de sus habilidades personales, y deben tener cuidado de no
alentar el orgullo y la estima propia en los demás. A no ser que
se consagren a Dios, los hombres y las mujeres carecen de fuerza
moral y pueden equivocarse completamente en su valoración de la
capacidad humana y de lo que constituye la fidelidad cristiana. No
presentéis incentivos que disminuyan el interés de nadie en enaltecer
una institución que Dios ha dicho que debe ser enaltecida.
El hermano A no exhibe buen criterio en toda ocasión ni en todo
asunto. No es equilibrado, y a menos que camine en humildad ante
Dios, cometerá graves errores. Le falta discernimiento y por lo tanto,
malinterpreta los caracteres, empleando palabras de adulación tan
exageradas en algunos casos que muy bien pudieran hacer daño
a sus almas. Les hace pensar que pueden lograr algo muy grande,
haciendo de esta manera que descuiden los pequeños deberes que
tienen directamente por delante.
No reclamo que haya inactividad, sino más bien ruego que se
venza este espíritu egoísta y mundanal. Cualquier empresa que le
brinde unidad y armonía de esfuerzo a la obra de Dios puede llevarse
a cabo con confianza. Pero nunca, nunca olvidéis que sois, o siervos
de Jesucristo que trabajáis con ardor en favor de la unidad de los
creyentes por la cual Cristo oró, o trabajáis contra esta unidad y
contra Cristo.
Los que procuran disminuir el interés de alguno de la Escuela de
Healdsburg, o cualquiera de sus ramos de la obra misionera, no están
trabajando juntamente con Dios, pero sí están trabajando bajo el
mando de otro capitán, cuyo propósito es debilitar y destruir. Vuestra
utilidad, hermanos y hermanas de la iglesia de Healdsburg, requie-
re que seáis rectos en todos vuestros asuntos; que seáis humildes,
santos y puros. Debiera haber menos egoísmo vanaglorioso, menos
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orgullo. Cuando los miembros de la iglesia se revistan de humildad,
cuando abandonen la estima y la complacencia propia, cuando pro-
curen constantemente hacer la voluntad de Dios, entonces obrarán
en armonía. El Espíritu de Dios es uno solo...
Es eminente la crisis en la que cada uno necesitará fuerza divina
para poder hacer frente a las asechanzas de Satanás, ya que sus