Página 478 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
uno reciba según lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora
sea bueno o malo”.
2 Corintios 5:10
. Todo aquel que ame de veras
a Dios, tendrá el Espíritu de Cristo y un ferviente amor hacia sus
hermanos. Cuanto más en comunión con Dios esté el corazón de una
persona, y cuanto más se concentren sus afectos en Cristo, menos
perturbada se sentirá ella por las asperezas y penurias que encuentre
en esta vida. Los que están creciendo a la plena estatura de hombres
y mujeres en Cristo Jesús, se volverán cada vez más semejantes a
Cristo en su carácter y se elevarán por encima de la disposición a
murmurar y estar descontentos. El dedicarse a la censura les inspirará
desprecio.
La iglesia en este tiempo debiera tener la fe dada una vez a
los santos que los capacitará para decir con valor: “El Señor es mi
ayudador”; “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”
Hebreos
13:6
;
Filipenses 4:13
. El Señor nos pide levantarnos y marchar hacia
adelante. Cuando en cualquier período la iglesia ha abandonado sus
pecados, creído y andado en la verdad, Dios la ha honrado. Hay un
poder en la fe y en la humilde obediencia que el mundo no puede
resistir. La orden providencial de Dios con respecto a su pueblo es el
progreso, el avance continuo en la perfección del carácter cristiano,
en la senda de la santidad, elevándose cada día más en la luz clara
del conocimiento y el amor hacia Dios, hasta que el tiempo se acabe.
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¡Oh!, ¿por qué será que estamos por siempre aprendiendo solamente
los rudimentos de la doctrina de Cristo?
El Señor tiene ricas bendiciones para la iglesia, si sus miembros
procurasen fervientemente despertar de esta peligrosa tibieza. Una
religión vana, palabras desprovistas de vida, un carácter carente de
fuerza moral, esto es lo que se señala en el solemne mensaje que
dirige el Testigo fiel a las iglesias, amonestándolas en cuanto al
orgullo, la mundanalidad, el formalismo y la complacencia propia.
Al que dice, “Soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa
tengo necesidad”, el Señor del cielo declara: “No sabes que tú eres
un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”.
Apocalipsis
3:17
. Pero a los humildes, los que sufren, los fieles, los pacientes,
que están vivamente conscientes de su insuficiencia, se les ofrecen
palabras de ánimo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si al-
guno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él
conmigo”.
Apocalipsis 3:20
. El Testigo fiel dice a todos: “Conozco