Página 480 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
Señor nos comunicará sus propias ideas y sus pensamientos nobles,
amplios, abarcantes, que siempre llevan hacia el cielo.
Vuestro peligro estriba en dejar de avanzar hacia el “premio de
la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús”
Filipenses 3:14
. ¿Os
ha dado el Señor luz? Entonces sois responsables de esa luz; no
simplemente mientras sus rayos brillan sobre vosotros, sino por todo
lo que os ha revelado en lo pasado. Debéis entregar vuestra voluntad
diariamente a Dios; debéis andar en la luz y esperar más, que él os
la dará, pues la luz del amado Salvador resplandecerá en rayos cada
vez más claros en medio de las tinieblas morales, hasta que llegue el
día perfecto.
¿Están todos los miembros de vuestra iglesia procurando obtener
maná fresco cada mañana y noche? ¿Estáis procurando iluminación
divina? ¿O estáis ideando medios por los cuales podáis glorificaros
a vosotros mismos? ¿Estáis amando y sirviendo a Dios con toda
vuestra alma, fuerza, mente y poder, beneficiando a otros en derredor
vuestro y conduciéndolos a la luz de la verdad? ¿Estáis satisfechos
con las bendiciones pasadas? ¿O estáis andando como anduvo Cristo,
trabajando como él trabajó, revelándole ante el mundo en vuestras
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palabras y acciones? ¿Estáis, como hijos obedientes, viviendo una
vida pura y santa? Cristo debe ser introducido en vuestra vida. El
solo puede curaros de la envidia, las malas sospechas contra vuestros
hermanos; él solo puede quitaros el espíritu de suficiencia propia que
algunos de vosotros albergáis, para vuestro detrimento espiritual.
Jesús es el único que puede haceros sentir vuestra debilidad, vuestra
ignorancia, vuestra naturaleza corrupta. Sólo él puede haceros puros,
refinados, idóneos para las mansiones de los bienaventurados.
“En Dios haremos proezas”.
Salmos 60:12
. ¡Cuánto bien po-
dríais hacer siendo leales a Dios y a vuestros hermanos, reprimiendo
todo pensamiento carente de bondad, todo sentimiento de envidia
o de importancia propia! Permitid que vuestra vida se llene de un
bondadoso afán de servir a los demás. No sabéis cuán pronto podéis
ser llamados a deponer la armadura. La muerte puede arrebataros
repentinamente, sin daros tiempo a prepararos para vuestro último
cambio ni dejaros fuerza física o poder mental para fijar vuestros
pensamientos en Dios y hacer la paz con él. Antes de mucho, algunos
conocerán por experiencia cuán vana es la ayuda del hombre, cuán