Página 486 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
Cuando los adoradores entran en el lugar de reunión, deben
hacerlo con decoro, pasando quedamente a sus asientos. Si hay una
estufa en la pieza, no es propio rodearla en una actitud indolente y
descuidada. La conversación común, los cuchicheos y las risas no
deben permitirse en la casa de culto, ni antes ni después del servicio.
Una piedad ardiente y activa debe caracterizar a los adoradores.
Si algunos tienen que esperar unos minutos antes de que empiece
la reunión, conserven un verdadero espíritu de devoción meditando
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silenciosamente, manteniendo el corazón elevado a Dios en oración,
a fin de que el servicio sea de beneficio especial para su propio
corazón y conduzca a la convicción y conversión de otras almas.
Todos hemos perdido mucha dulce comunión con Dios por nuestra
inquietud, por no fomentar los momentos de reflexión y oración. La
condición espiritual necesita ser reseñada con frecuencia, y la mente
y el corazón atraídos al Sol de justicia.
Si cuando la gente entra en la casa de culto tiene verdadera
reverencia por el Señor y recuerda que está en su presencia, habrá
una suave elocuencia en el silencio. Las risas, las conversaciones
y los cuchicheos que podrían no ser pecaminosos en un lugar de
negocios comunes, no deben tolerarse en la casa donde se adora a
Dios. La mente debe estar preparada para oír la Palabra de Dios,
a fin de que tenga el debido peso e impresione adecuadamente el
corazón.
Cuando el ministro entra, debe, ser con una disposición solem-
ne y digna. Debe inclinarse en oración silenciosa tan pronto como
llegue al púlpito a pedir fervientemente ayuda a Dios. ¡Qué impre-
sión hará esto! Habrá solemnidad y reverencia entre los oyentes. Su
ministro está comulgando con Dios; se está confiando a Dios antes
de atreverse a presentarse delante de la gente. Un sentimiento de
solemnidad desciende sobre todos, y los ángeles de Dios son atraídos
muy cerca. Cada uno de los miembros de la congregación que teme
a Dios, debe también unirse en oración silenciosa con él, inclinando
su cabeza, para que Dios honre la reunión con su presencia y dé
poder a su verdad proclamada por los labios humanos.
Cuando se abre la reunión con oración, cada rodilla debe doble-
garse en la presencia del Santo y cada corazón debe elevarse a Dios
en silenciosa devoción. Las oraciones de los adoradores fieles serán
oídas y el ministerio de la palabra resultará eficaz. La actitud inerte