Página 498 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La educación de nuestros hijos
Estimada hermana C,
Si Dios en su providencia ha establecido una escuela entre nues-
tro propio pueblo en _____, y si en lugar de mandar a su hija donde
estaría en compañía y bajo influencia de quienes aman la verdad
usted la coloca en el Seminario de _____, donde se relacionará con
personas mundanas que no tienen ningún respeto por Dios o por su
ley, le ruego que me diga cómo espera usted que el Señor obre para
contrarrestar la mala influencia que con seguridad la rodeará y que
usted voluntariamente ha escogido.
Cuando Dios estaba a punto de destruir a los primogénitos de
Egipto, ordenó a los israelitas que reunieran a sus hijos de entre los
egipcios y los recogieran en sus propias casas y que salpicaran los
dinteles de las puertas con sangre para que el ángel destructor la
viese y pasase por alto sus hogares. Esta es una obra, mi obra, y la
obra de toda madre que cree la verdad. El ángel habrá de poner una
marca sobre la frente de todos los que se hayan separado del pecado
y de los pecadores, y el ángel destructor le seguirá, para destruir
completamente tanto a viejos como a jóvenes.
Dios no está satisfecho con nuestra desatención y el trato ligero
que damos a las bendiciones colocadas a nuestro alcance. Ni tam-
poco le place que coloquemos a nuestros niños en medio de una
sociedad mundana, porque esto se acomoda a sus gustos e inclinacio-
nes. Si las almas de sus hijos han de salvarse, tiene usted que hacer
su obra fielmente. Dios no ha estado completamente complacido con
su proceder en lo que a las relaciones con los mundanos se refiere,
y ahora se ha manifestado claramente el peligro. Usted también ha
estimulado la lectura de libros de cuentos; éstos, y los periódicos
con cuentos en serie que yacen sobre su mesa, han educado el gusto
de su hija, hasta el punto de haberse convertido en una ebria mental
y necesitar un poder más fuerte, una voluntad más firme que la suya
propia, que la controle.
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