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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
La obra de Satanás es presentar a nuestra juventud cuentos de pe-
riódicos y libros de cuento que fascinan los sentidos y así destruyen
el gusto por la Palabra de Dios. Mi querido hermano, no incorpore
todo lo que se le venga a la mente en las páginas de la
Review and
Herald
, antes sea circunspecto al escribir. Si el Espíritu de Cristo lo
impulsa a escribir, entonces use su pluma, preocupándose por las
almas, llorando entre la entrada y el altar, clamando: “Perdona, oh
Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad”.
Joel 2:17
.
Sin embargo, si son sus propios sentimientos y mente activa lo que
lo impulsa a escribir, entonces no escriba hasta que el Espíritu de
Dios lo toque y lo conmueva. No piense que porque siga usted cierto
curso y haga ciertas cosas sea ello evidencia de que está en lo correc-
to y que debe presentarlas a otros como norma y regla. No es bueno
que usted se sienta libre de expresar su opinión sobre asuntos que
tienen que ver con el bienestar de nuestra juventud, recomendando
libros que no contribuyen a la espiritualidad o la consagración. Si
usted se imagina que este tipo de lectura ha de desarrollar sanos
y sólidos principios, se equivoca. Que el Señor lo ayude a actuar
con cautela y humildad, y a no expresar declaraciones engañosas en
las revistas, porque serán recibidas como si hubieran tenido el visto
bueno de nuestro pueblo. Está usted poniendo una carga sobre los
hombros de otros a quienes les tocará contrarrestar la influencia de
estas declaraciones.
Hermano mío, su seguridad estriba en caminar humildemente
con Dios. Me estremezco cuando leo sus muchos artículos en los
que da usted consejos y normas para otros ministros. Considero
impropio que usted tenga tanto que decir en este sentido. Si se
vuelve autosuficiente y confía en sí mismo, el Señor permitirá que
cometa algún error. Usted necesita cuidar bien su propia alma y
obtener una experiencia diaria y viva en las cosas de Dios. Debe
pasar por alto el yo y dejar que Jesús se manifieste en su vida. Cristo
es su fortaleza, su escudo; usted es débil, sujeto al error y necesita
ser cauteloso para no tropezar. Le ruego que se mantenga en guardia
para que ni en palabra ni hechos dañe la sagrada obra de Dios.
Me he sentido muy agradecida porque usted puede desempeñar
una parte en esta gran obra. Jesús lo ama y obrará por medio de
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sus esfuerzos si mantiene una viva conexión con Dios. Pero es
necesario que viva en vigilancia y oración. No se descuide. No se