Página 511 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Lectura apropiada para los niños
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separe de Jesús, antes inclúyalo en su vida cotidiana. No se haga
la carga pesada, ni la de otros, por medio de admisiones y consejos
descuidados; sino sepa que a menos que Cristo sea recibido en su
corazón, que mantenga su vista fija en la gloria de Dios, el orgullo
entrará en su corazón, prevalecerá la estima propia y, salvo que esté
usted alerta, descuidará sus pasos. “Haced sendas derechas para
vuestros pies para que lo cojo no se desvíe”.
Hebreos 12:13
.
Dios ha dotado a muchos de nuestros jóvenes de capacidades
superiores. Les ha dado lo mejor en talentos; pero sus facultades se
han debilitado, sus mentes se han confundido y enflaquecido, y por
años no han experimentado ningún crecimiento en gracia, ni en el
conocimiento de las razones de su fe, debido a que han satisfecho
el gusto por la lectura de cuentos. Les es tan difícil controlar el
apetito por semejante lectura superficial, como al borracho el domi-
nio de su apetito por las bebidas intoxicantes. Posiblemente ahora
podrían estar vinculados con nuestras casas publicadoras y como
obreros eficientes en la contabilidad, la preparación de copias para
la imprenta o la corrección de pruebas; pero sus talentos se han
pervertido de tal manera que han llegado a ser dispépticos mentales
y como consecuencia, no están capacitados para ocupar un puesto
de responsabilidad en ningún lado. Su imaginación está enferma.
Viven una vida que no es real. No están capacitados para asumir los
deberes prácticos de la vida; y lo que es más triste y desalentador, es
que ellos han perdido el gusto por la lectura sólida. Se han infatuado
y dejado encantar precisamente por el alimento para la mente que
consiste en historias intensamente estimulantes como las contenidas
en el libro
La cabaña del tío Tom
. Ese libro surtió buen efecto en
sus días sobre aquellos que necesitaban despertar con respecto a
sus falsas ideas sobre la esclavitud; pero estamos frente al borde
mismo del mundo eterno, donde tales historias no se necesitan para
prepararnos para la vida eterna.
Nuestra única seguridad radica en estar de tal modo convertidos
y conocer tan bien la verdad como está revelada en la Palabra de
Dios, que podamos ofrecer a toda persona que nos pregunte, una
razón de nuestra esperanza, con temor y mansedumbre.
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El esfuerzo especial de ministros y obreros en todas nuestras filas
en este tiempo, debiera ser apartar la atención de nuestros jóvenes
de los cuentos excitantes y dirigirla hacia la palabra profética más