Página 535 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Influencias mundanales
Estimada hermana G,
Mi corazón se siente atraído hacia usted con amor y simpatía.
El presente estado de cosas en el seno de su familia es el resultado
seguro de haber seguido sus ideas equivocadas, y todavía el asunto
no termina. No se ha dado cuenta usted del peligro que hay al
asociarse tan libremente con sus familiares. Ellos han ejercido una
influencia mucho mayor sobre usted y sus seres queridos que la que
usted ha ejercido sobre ellos. El hecho de que son sus parientes no
hace de ellos un tropiezo menor para su bienestar espiritual, ni a
ellos menos transgresores de la santa ley de Dios. El proceder de
ellos es totalmente ofensivo para Dios, lo mismo el de todos los que
rechazan la luz y la verdad, y que no escuchan ninguna evidencia en
favor de ella. Se han creado impresiones dañinas en su mente, las
cuales han afectado su conducta. Dios ha hecho todas las provisiones
necesarias para poner la salvación a su alcance, pero no las impondrá
sobre usted en contra de su voluntad. El ha declarado en su Palabra
cuáles son las condiciones y debemos, con diligencia, interés, mente
y corazón ocuparnos en conocer estas condiciones, antes de que
cometamos algún error y no logremos asegurarnos nuestro derecho
a las mansiones celestiales.
No podemos servir a Dios y al mundo al mismo tiempo. No
debemos concentrar nuestros afectos en los familiares mundanos,
que no tienen ningún deseo de conocer la verdad. Al asociarnos con
ellos, podemos en toda forma procurar que nuestra luz brille; pero
nuestras palabras, nuestro comportamiento, nuestras costumbres y
prácticas, no deben ser amoldados en ningún sentido por sus ideas y
hábitos. Debemos manifestar la verdad en todas nuestras relaciones
con ellos. Si no podemos hacerlo, mientras menos nos asociemos
con ellos, mejor será para nuestra espiritualidad. Si nos colocamos
entre asociados cuya influencia tiende a volvernos olvidadizos de
las elevadas exigencias que Dios nos impone, invitamos la tentación
y nos volvemos demasiado débiles para resistirla. Llegamos a par-
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