Página 536 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
ticipar del espíritu de nuestros compañeros, a estimar sus ideas, y
a colocar las cosas sagradas y eternas en un nivel más bajo que las
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ideas de nuestros amigos. En breve, experimentamos la acción de
la levadura del mal, tal como el enemigo de toda justicia se había
propuesto que fuese.
Los jóvenes, si son colocados bajo esta influencia, resultan más
afectados por ella que los que son mayores. Todo deja una impresión
en sus mentes: los rostros que contemplan, las voces que escuchan,
los lugares que visitan, las amistades que tienen y los libros que
leen. Es imposible sobreestimar la importancia para este mundo y el
venidero de la compañía que escogemos, y más especialmente, para
nuestros hijos.
Los primeros años de vida son más importantes que cualquier
otro período. Habrá progreso decidido ya sea en una dirección co-
rrecta o en otra equivocada. Por un lado, puede haber toda clase
de logros frívolos; por otro lado se puede obtener toda suerte de
conocimientos valiosos para la vida práctica, como conocer a Dios
y aprender a fortalecer cada facultad que él nos ha encomendado.
Lo más importante de todo, lo más esencial para nuestro bienestar
presente y futuro, es el conocimiento de la verdad divina según ha
sido revelada en la Palabra de Dios.
Estamos viviendo en un tiempo cuando todo lo que es falso y
superficial se pone por encima de lo que es verdadero, natural y
perdurable. La mente tiene que mantenerse libre de todo lo que
pueda desviarla por una dirección equivocada. No debe recargarse
con historietas baladíes que no ayudan a fortalecer las facultades
mentales. Los pensamientos serán de la misma naturaleza que el
alimento que le proveamos a la mente. El tiempo que se dedica a las
cosas innecesarias y no importantes, se podría emplear mejor en la
contemplación de los maravillosos misterios del plan de salvación, y
en dedicar todas las facultades que Dios nos ha dado al conocimiento
de los caminos del Señor, de manera que nuestros pies no tropiecen
contra la montaña oscura de la incredulidad, ni se aparten del camino
de la santidad que fue preparado por medio de un sacrificio infinito,
para que los redimidos del Señor transiten por él. El poder del inte-
lecto, el considerable conocimiento que se gane, son adquisiciones
que el oro de Ofir no podría comprar. Son más preciosos que el oro
y la plata. Los jóvenes no suelen escoger este tipo de educación.