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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
y en su trono. “Vosotros sois mis amigos” -dice Cristo-, “si hacéis
lo que yo os mando”.
Juan 15:14
.
Nuestras instituciones están muy por debajo de donde Dios quie-
re que estén, porque muchos de los que están conectados con ellas
no están en comunión con él. No son hombres que crecen. No están
constantemente aprendiendo de Jesús; por lo tanto, no se vuelven ca-
da vez más eficientes. Si se acercasen a él y procurasen su ayuda, él
andaría con ellos y les hablaría; sería su consejero en todas las cosas
y les impartiría, como lo hizo con Daniel, sabiduría y entendimiento
de lo alto.
Hace muchos años que vi que nuestro pueblo estaba muy atra-
sado en obtener ese conocimiento que lo calificaría para puestos de
responsabilidad dentro de la obra. Cada miembro de la iglesia debie-
ra esforzarse por capacitarse para hacer la obra del Maestro. A cada
uno se le ha asignado una obra, de acuerdo con su capacidad. Aun
ahora, en la hora undécima, debemos despertar para educar hombres
de habilidad para la obra que, a la vez que ellos mismos ocupan
puestos de confianza, vayan educando, por medio del precepto y el
ejemplo, a todos los que están asociados con ellos.
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Por medio de una ambición egoísta, algunos han impedido que
otros reciban el conocimiento que les hubieran podido impartir.
Otros no han querido esforzarse para educar a nadie más. Sin embar-
go, ésta hubiera sido la mejor clase de trabajo que pudiesen haber
hecho por Jesús. Dijo Cristo: “Vosotros sois la luz del mundo” (
Ma-
teo 5:14
), y por esta razón hemos de dejar que nuestra luz brille ante
los hombres.
Si todo lo que el Señor ha pronunciado referente a estas cosas
hubiera sido acatado, hoy día nuestras instituciones ocuparían una
posición más elevada y más sagrada que la de ahora. Pero los hom-
bres han estado satisfechos con pequeños logros. No han procurado
elevar sus facultades mentales, morales y físicas. No han sentido
que Dios requería esto de ellos; no se han dado cuenta de que Cristo
murió precisamente para capacitarlos para hacer esta obra. Como
resultado, se han quedado muy en zaga con respecto a lo que pu-
dieran ser en inteligencia y en cuanto a la capacidad de pensar y
planificar. Pudieron haber añadido virtud a la virtud, y conocimiento
al conocimiento y de esta manera haberse hecho fuertes en el Señor.
Pero dejaron de hacerlo. Que cada uno se empeñe en trabajar ahora,