Página 545 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Necesidades de nuestras instituciones
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Hermanos míos, ni a medias se ha ejercido el cuidado necesario
para inculcar la importancia de una debida preparación para la obra
en la mente de aquellos que pudieran trabajar en la causa. Con sus
facultades indisciplinadas no podrán hacer sino una obra imperfecta;
pero si fuesen preparados por maestros sabios y consagrados y
fuesen dirigidos por el Espíritu de Dios, no sólo estarían capacitados
para hacer ellos mismos un buen trabajo, sino que amoldarían a otros
que les toque trabajar juntamente con ellos. Por lo tanto, debieran
constantemente estudiar para aprender cómo hacerse más sabios con
respecto a la obra en que están involucrados. Nadie debiera reposar
en la comodidad y el ocio; sino que todos deben luchar por elevarse
y ennoblecerse a sí mismos, no sea que como resultado de su propio
entendimiento deficiente dejen de darse cuenta del carácter elevado
de la obra y lo rebajen para poder alcanzar su propia norma limitada.
Vi que había una deficiencia grande en la teneduría de libros
en muchos de los departamentos de la obra. La contabilidad es, y
siempre será, una parte importante de la obra; y los que se han hecho
expertos en ella están en gran demanda en nuestras instituciones y
en todos los ramos de la obra misionera. Es un trabajo que requiere
estudio para que pueda hacerse correctamente, con prontitud y sin
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preocupación o desgaste; pero la preparación de personas compe-
tentes para este trabajo ha sido vergonzosamente olvidada. Es una
desgracia permitir que una obra de una magnitud tan grande como
la nuestra, se haga en una forma defectuosa e inexacta. Dios exi-
ge de los seres humanos un trabajo tan perfecto como sea posible.
Es una deshonra para la sagrada verdad y su Autor hacer su obra
en forma deficiente. Vi que a menos que los obreros de nuestras
instituciones se sujeten a la autoridad de Dios, habría una falta de
armonía y unidad de acción entre ellos. Si todos obedecieran sus
instrucciones, el Señor permanecería como comandante invisible;
pero también tiene que haber una cabeza visible que tema a Dios.
El Señor nunca aceptará un grupo de obreros descuidados y desor-
denados; ni tampoco escogerá conducir hacia adelante y hacia las
alturas nobles de una victoria cierta a quienes son voluntariosos y
desobedientes. El progreso ascendente del alma indica que Jesús
gobierna el corazón. Ese corazón mediante el cual él difunde su paz
y su gozo, y el bendecido fruto de su amor, se convierte en su templo