El amor por los que yerran
599
necesitados, los oprimidos y los tentados, y nuestro trabajo práctico
en su favor. No podéis pasarlos siempre por alto, y hallar vosotros
mismos entrada en la ciudad de Dios como pecadores redimidos. “En
cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños” -dice Cristo-,
“tampoco a mí lo hicisteis”.
Mateo 25:45
.
No es todavía demasiado tarde para redimir la negligencia pa-
sada. Reavívese el primer amor, el primer ardor. Buscad a aquellos
que ahuyentasteis, vendad por la confesión las heridas que hicisteis.
Acercaos al gran corazón de amor compasivo y dejad que la corriente
de esa compasión divina fluya a vuestro corazón, y de vosotros a los
[577]
corazones ajenos. Sea la ternura y misericordia que Jesús reveló en
su preciosa vida un ejemplo de la manera en que nosotros debemos
tratar a nuestros semejantes, especialmente a los que son nuestros
hermanos en Cristo. Muchos que podrían haber sido fortalecidos
hasta la victoria por una palabra de aliento y valor, han desmayado
y se han desalentado en la gran lucha de la vida Nunca seáis fríos,
sin corazón y simpatía, ni dados a la censura. Nunca perdáis una
oportunidad de decir una palabra que anime e inspire esperanza.
No podemos decir cuánto alcance puedan tener nuestras palabras
tiernas y bondadosas, nuestros esfuerzos semejantes a los de Cristo
para aliviar alguna carga. Los que yerran no pueden ser restaurados
de otra manera que por el espíritu de mansedumbre, amabilidad y
tierno amor.
¿Quisieras redimir a un alma errante
y conducir a un perdido de vuelta a Dios?
¿Quisieras parecer como un ángel guardián
ante quien su culpa atormenta?
Acércate con bondad a él y con palabras afectuosas,
toma su mano y ponla entre las tuyas,
y permanece a su lado como un hermano,
hasta destronar al demonio del pecado.
Entonces no te burles del culpable, sino ruégale
con gran bondad y lleno de ternura,
y podrás llevar de vuelta al que estaba perdido
hacia Dios, la humanidad y el bien.
Tú mismo eres humano y eres débil,