Página 621 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El amor de Dios por los pecadores
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que son torcidos?”
Ezequiel 18:25
. “¿Acaso me complazco yo en
la muerte del impío?, dice el Señor Jehová. ¿No me complazco
más bien en que se aparte de sus caminos y viva?”
Ezequiel 18:23
.
“Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de
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Israel, dice el Señor Jehová. Convertíos, y volveos de todas vuestras
transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina. Arrojad lejos
de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado,
y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué habéis
de querer morir, casa de Israel? Pues yo no me complazco en la
muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y
vivid”.
Ezequiel 18:30-32
.
Aquí el Señor ha revelado claramente su voluntad con relación
a la salvación del pecador. Y la actitud que asumen muchos de ex-
presar dudas e incredulidad respecto a si el Señor los salvará o no,
es una afrenta contra el carácter de Dios. Aquellos que se quejan
de severidad de parte de él están diciendo, en efecto: “No es recto
camino del Señor”. Pero él inmediatamente devuelve la imputación
sobre el pecador: “¿No son vuestros caminos torcidos?” “Yo os juz-
garé a cada uno según sus caminos... Convertíos y apartaos de todas
vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina”.
Ezequiel 18:25, 29, 30
. El carácter de Dios queda completamente
vindicado en las palabras de las Sagradas Escrituras que le he ex-
puesto. El Señor recibirá al pecador cuando se arrepienta y abandone
sus pecados para que Dios pueda obrar a través de sus esfuerzos
para perfeccionar el carácter. Las promesas no son sí y no, pero si
el hombre cumple con los requisitos, ellas, en Cristo, son: “Sí... y
amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios”.
2 Corintios
1:19-20
. El único propósito que Dios tuvo al entregar a su Hijo por
los pecados del mundo, es que el ser humano pueda ser salvo, no en
transgresión y en maldad, sino mediante el abandono del pecado, el
lavamiento de las ropas del carácter, y en que sean emblanquecidos
por la sangre del Cordero. El se propone extirpar del hombre toda
cosa ofensiva que es objeto de su odio, pero el hombre debe cooperar
con Dios en esta obra. El pecado tiene que ser abandonado y odiado,
y en cambio debe aceptar la justicia de Cristo por medio de la fe. De
esta manera lo divino cooperará con lo humano.
Debemos cuidarnos de no dar lugar a la duda ni a la incredulidad,
y en nuestra actitud de desesperación, no debemos quejarnos de Dios