Página 622 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
ni representarlo mal ante el mundo. Al hacerlo así, nos ponemos del
lado de Satanás. “Pobres almas” -dice él-, “las compadezco en su
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aflicción por el pecado; pero Dios no tiene misericordia. Anheláis
recibir un rayo de luz; pero Dios os deja perecer, y se deleita en
vuestra miseria”. Este es un terrible engaño. No prestéis oído al
tentador, sino decid: “Jesús murió para darme vida. Me ama, y no
desea que yo me pierda. Tengo un Padre celestial compasivo; y,
aunque yo he abusado de su amor, aunque he desperdiciado las
bendiciones que él bondadosamente me ha dado, me levantaré e iré
a mi Padre, y le diré: He pecado... y no soy digno de ser llamado
tu hijo... Hazme como uno de tus jornaleros” véase
Lucas 15:18-
20
. La parábola del hijo pródigo nos dice cómo será recibido el
que vagaba. “
Y cuando estaba aún lejos
, lo vio su padre, y fue
movido a compasión, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó
efusivamente”.
Lucas 15:20
. Así representa la Biblia el deseo de
Dios de recibir al pecador que vuelve arrepentido.
Pero aún esta parábola, tierna y conmovedora como es, no al-
canza a expresar la compasión infinita del Padre celestial. El Señor
declara por medio de su profeta: “Con amor eterno te he amado; por
lo tanto, te prolongué mi misericordia”.
Jeremías 31:3
. Aún cuando
el pecador está lejos de la casa de su Padre, malgastando sus bienes
en un país extraño, el corazón del Padre suspira por él; y cada anhelo
de volver a Dios que nace en el alma no es más que el gemido de su
Espíritu, buscando, rogando, y atrayendo al vagabundo al seno de
amor de su Padre.
Teniendo por delante las ricas promesas de la Biblia, ¿será posi-
ble que todavía quiera dar lugar a la duda? ¿Es capaz de creer que
cuando el pobre pecador anhela retornar, anhela abandonar sus peca-
dos, el Señor con severidad le impide volver a sus pies arrepentido?
¡Desechemos esos pensamientos! Nada puede deshonrar más a Dios
que estas ideas. Nada puede causarle más daño a su propia alma
que el albergar estos pensamientos acerca de nuestro Padre celestial.
Toda nuestra vida espiritual adquirirá un tono de desesperanza con
estos conceptos de Dios. No debemos pensar en Dios sólo como
un juez que está listo para dar un fallo en contra nuestra. El odia
el pecado; sin embargo, por causa de su amor por los pecadores se
entregó, en la persona de Cristo, para que todos los que quieran se
salven y disfruten de dicha eterna en el reino de la gloria.
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