Página 642 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
os enseñe las grandes cosas que él es capaz de hacer si tan sólo tenéis
fe. Llevad a Jesús con vosotros, como vuestro compañero, al aula de
clase. Tenedlo presente cuando habléis, para que la ley de bondad
fluya de vuestros labios. No permitáis que nadie os haga cambiar de
parecer acerca de este asunto. Permitid que los niños que están bajo
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vuestro cuidado desarrollen su propia individualidad, como también
vosotros. No dejéis de conducirlos, pero nunca a la fuerza.
Veo algunas cosas aquí en Suiza que me parece que son dignas
de ser emuladas. Los maestros de las escuelas salen a menudo
a acompañar a sus alumnos mientras juegan y les enseñan cómo
divertirse y están disponibles para intervenir y poner fin a cualquier
desorden o mal. A veces sacan a sus alumnos a una larga caminata.
Me gusta esto; creo que de esta manera hay menos oportunidad de
que los alumnos cedan a la tentación. Los maestros parece que se
unen con los niños en sus deportes y los controlan. No puedo de
ninguna manera sancionar la idea de que los niños tienen que sentir
que están bajo una sospecha constante y que no pueden actuar como
niños. No obstante, que los maestros se unan a las diversiones de
los niños, que sean uno con ellos, y que les demuestren que anhelan
su felicidad, todo lo cual infundirá confianza en los niños. Pueden
ser controlados en amor, pero sin perseguirlos durante sus horas de
comida y diversión con una severidad rigurosa e inflexible.
Permítaseme observar aquí que los que nunca han tenido niños
propios por lo general no son los mejor calificados para manejar
sabiamente las mentes variadas de los niños y de la juventud. Es-
tán propensos a fijar una ley de la cual no hay salida posible. Los
maestros deben recordar que ellos mismos fueron niños alguna vez.
Deben adaptar su enseñanza a las mentes de los niños, colocándose a
sí mismos en una relación de simpatía con ellos; entonces los niños
podrán ser instruidos por medio de reglas y el ejemplo.
¡Que el Espíritu de Jesús entre para amoldar vuestros corazones,
para construir vuestros caracteres, para elevar y ennoblecer vuestras
almas! Cristo dijo a sus discípulos: “Si no os volvéis y os hacéis
como niños, de ningún modo entraréis en el reino de los cielos”.
Mateo 18:3
. Existe la necesidad de poner a un lado estas reglas
duras como el hierro; de bajarse de estos zancos, hacia la humildad
del niño. Oh, ¡que un poco de ese espíritu de severidad pudiera