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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
El descuido de los testimonios
No sólo los que rechazan los
Testimonios
o albergan dudas con
respecto a ellos están en terreno peligroso. Despreciar la luz es
rechazarla.
“Algunos de vosotros reconocéis de palabra la reprensión; pero
no la aceptáis en el corazón. Seguís como antes, pero siendo menos
susceptibles a la influencia del Espíritu de Dios, encegueciéndoos
cada vez más, teniendo menos visión, menos dominio propio, menos
fuerza moral y menos celo y placer por los ejercicios religiosos; y
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si no os convertís, perderéis finalmente toda vuestra confianza en
Dios. No habéis hecho cambios decididos en vuestra vida cuando
os llegó la reprensión, porque no habéis visto ni comprendido vues-
tros defectos de carácter, ni el gran contraste que hay entre vuestra
vida y la de Cristo. ¿Qué representan vuestras oraciones mientras
conserváis iniquidad en vuestro corazón? A menos que hagáis un
cambio cabal, antes de mucho os cansaréis de la reprensión, como
se cansaron los hijos de Israel; y como ellos, apostataréis de Dios”.
“Muchos contrarían directamente la luz que Dios ha dado a su
pueblo, porque no leen los libros que contienen la luz y el cono-
cimiento, en reconvenciones, reprensiones y amonestaciones. Los
cuidados del mundo, el amor a la moda y la falta de religión han
desviado la atención de la luz que Dios nos ha concedido tan mi-
sericordiosamente, mientras que libros y periódicos que contienen
errores inundan todo el país. Por doquiera están aumentando el es-
cepticismo y la incredulidad. La preciosa luz que proviene del trono
de Dios se oculta bajo un almud. Dios hará a su pueblo responsable
de esta negligencia. Habrá que darle cuenta de todo rayo de luz
que él ha dejado brillar sobre nuestra senda, sea que la hayamos
aprovechado para progresar en las cosas divinas, o rechazado porque
nos resultaba más agradable seguir nuestras inclinaciones”.
“Los tomos del
Espíritu de profecía
[
El conflicto de los siglos
]
y también los
Testimonios
, deben ser introducidos en toda familia
observadora del sábado, y los hermanos deben conocer su valor y
ser instados a leerlos. No fue el plan más sabio colocar estos libros a
precios bajos, y que haya un solo juego en una iglesia. Debieran estar
en la biblioteca de cada familia, y ser leídos a menudo. Colóquense
donde muchos puedan leerlos”.