Página 678 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
desmoralizador para los obreros. Cuando llegó a ese lugar el informe
por correo desde Minneápolis respecto al proceder equivocado de la
hermana White, que supuestamente había ocasionado una confesión
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de su parte, los parientes de la hermana T inmediatamente comenta-
ron: “Bueno, si la hermana White estaba equivocada concerniente
a ciertos asuntos en el Congreso de Minneápolis, y tuvo de hecho
que confesarlo, quién sabe si se equivocó en cuanto al mensaje que
le dio a mi hermana y que tenga que confesar eso también”. Así
justificaron la conducta de la pecadora. Sin embargo, desde entonces
la hermana T ha reconocido el error por el cual fue reprendida. Los
que iniciaron y esparcieron el informe han ejercido una influencia
que anima a los pecadores a rechazar la reprensión, poniendo así
a las almas en peligro. Cuídense los que han tomado parte en esta
obra de que la sangre de estas almas no recaiga sobre ustedes en el
gran día del juicio final.
Los casos que he mencionado servirán para demostrar cuán poca
confianza se puede tener en informes sobre lo que yo he hecho o
enseñado. En mis labores dentro de la obra del Señor no ha sido
mi costumbre vindicar mi propia causa o contradecir los informes
que han circulado acerca de mí. El hacerlo tomaría mi tiempo y
descuidaría la obra que Dios me ha asignado. Estos asuntos los he
dejado en manos de Aquel que protege a sus siervos y a su causa.
Sin embargo, debo decir a mis hermanos: Cuidaos de creer en
esos informes. El Salvador pidió a sus discípulos: “Mirad, pues,
cómo escucháis”.
Lucas 8:18
. Y se refiere a la clase de personas
que escuchan pero no entienden, a menos que se conviertan y sean
sanadas. Otra vez dijo él: “Mirad, pues, cómo oís”.
Lucas 8:18
. “El
que es de Dios, escucha las palabras de Dios”.
Juan 8:47
.
Los que oían las palabras de Cristo escuchaban y transmitían su
enseñanza conforme al espíritu que habitaba en ellos. Así ha sido
siempre con los que oyen la Palabra de Dios. La manera en que
la comprenden y la reciben depende del espíritu que habita en sus
corazones.
Hay muchos que añaden su propia interpretación a lo que oyen,
haciendo que el pensamiento aparezca totalmente diferente de lo
que el orador procuraba expresar. Algunos, que escuchan mediante
sus propios prejuicios o preferencias, comprenden el asunto como a
ellos les gustaría que fuera, como mejor conviene a sus propósitos,
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