Página 701 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El conflicto inminente
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oídos de la gente, las obras que hagamos, el espíritu del mensaje que
proclamemos, serán un sabor de vida para vida, o de muerte para
muerte.
Hermanos míos, ¿comprendéis que vuestra propia salvación,
como también el destino de otras almas, depende de los preparativos
que hagáis para la prueba que nos espera? ¿Tenéis el celo intenso, la
piedad y devoción que os capacitarán para subsistir cuando hayáis de
hacer frente a la oposición? Si alguna vez Dios habló por mí, llegará
el momento cuando seréis llevados ante concilios, y se criticará
severamente todo punto de la verdad que sostenéis. El tiempo que
tan pródigamente se desperdicia ahora, debiera dedicarse al encargo
que Dios nos ha hecho de prepararnos para la crisis inminente.
Como nunca antes, la ley de Dios debiera ser amada y honrada
por su pueblo fiel. Existe la más imperativa necesidad de inculcar
en la mente y los corazones de todos los creyentes, hombres y
mujeres, jóvenes y niños, la recomendación de Cristo: “Escudriñad
las Escrituras”.
Juan 5:39
. Estudiad vuestra Biblia como nunca la
habéis estudiado antes. A menos que subáis a un nivel más elevado y
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santo en vuestra vida religiosa, no estaréis listos para la aparición de
nuestro Señor. Dios espera de su pueblo un celo, una fidelidad y una
devoción correspondientes a la gran luz que le ha dado. Debe haber
más espiritualidad, una consagración más profunda a Dios y un celo
en su obra que nunca se ha alcanzado todavía. Debe dedicarse mucho
tiempo a la oración, para que las vestiduras de nuestro carácter sean
lavadas y emblanquecidas en la sangre del Cordero.
Debemos, en forma especial, y con fe inquebrantable, pedir a
Dios que dé ahora a su pueblo gracia y poder. No creemos que haya
llegado plenamente el tiempo en que han de restringirse nuestras
libertades. El profeta vio “cuatro ángeles que estaban sobre los
cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra,
para que no soplase viento sobre la tierra, ni sobre la mar, ni sobre
ningún árbol”. Otro ángel, que ascendía desde el oriente, clamó a
ellos diciendo: “No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles,
hasta que señalemos a los siervos de nuestro Dios en sus frentes”.
Apocalipsis 7:1, 3
. Esto señala la obra que tenemos que hacer ahora.
Una gran responsabilidad incumbe a los hombres y mujeres que oran
en todo el país, para que pidan a Dios que rechace la nube del mal,
y nos conceda algunos años más de gracia en que trabajar para el