Página 707 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Obreros de la causa
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planes para adelantarla. De esa forma se mantendrán al paso con la
abundante providencia de Dios.
Debe hacerse un esfuerzo continuo para reclutar nuevos obreros.
Hay que saber discernir y reconocer el talento. Debe animarse a
toda persona consagrada y capaz a obtener la educación necesaria,
para que se capaciten para contribuir a la difusión de la luz de
la verdad. Todos los que sean competentes para hacer esta obra
deben ser inducidos a tomar parte en alguno de sus ramos, según sus
capacidades.
La obra solemne y trascendental para este tiempo no ha de llevar-
se a cabo y completarse solamente por los esfuerzos de unos cuantos
hombres escogidos, que hasta el momento son los que han llevado
las responsabilidades de la causa. Cuando quienes Dios ha llamado
para participar en la realización de cierta obra, la hayan llevado lo
más lejos que les haya sido posible, con la capacidad que Dios les
ha dado, el Señor no permitirá que su obra se detenga en ese nivel.
En su providencia, él llamará y capacitará a otros para que se unan a
los primeros y juntos avancen todavía más lejos y eleven más alto
su estandarte.
Pero hay algunas mentalidades que no crecen con la obra; en
vez de adaptarse a sus demandas crecientes, dejan que ella les lleve
una gran ventaja, y finalmente son incapaces de comprender o de
hacer frente a las exigencias de los tiempos. Cuando los hombres
que Dios está capacitando para llevar responsabilidades en la causa,
la manejan de una forma diferente a la que hasta el momento ha
sido conducida, los obreros de mayor edad deben cuidarse de que su
conducta no sea tal que estorbe a estos ayudantes o que restrinja la
obra. Algunos quizá no se den cuenta de la importancia de ciertas
medidas, sencillamente porque no ven las necesidades de la obra
en toda su extensión y ellos mismos no sienten la obligación que
Dios ha puesto sobre otros hombres. Los que no están calificados en
forma especial para hacer cierta obra, deben cuidarse de no estorbar
el camino de otros e impedirles realizar el propósito de Dios.
El caso de David es apropiado. Deseaba construir el templo del
Señor y reunió un suntuoso material para este propósito. Pero el
Señor le dijo que a él no le tocaría hacer esa obra; recaería sobre
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Salomón, su hijo. La extensa experiencia de David le permitiría
aconsejar a Salomón y animarlo, pero le tocaba al hombre más