Página 719 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El don inestimable
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hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías como si no
hubieras recibido?”
1 Corintios 4:7
. Cuando David y el pueblo de
Israel hubieron reunido el material que habían preparado para la
edificación del templo, el rey, al confiar el tesoro a los príncipes de
la congregación, se regocijó y dio gracias a Dios en palabras que
debieran grabarse para siempre en el corazón de los hijos de Dios.
“Asimismo holgóse mucho el rey David, y bendijo a Jehová
delante de toda la congregación; y dijo David: Bendito seas tú, oh
Jehová, Dios de Israel nuestro padre, de uno a otro siglo. Tuya es,
oh Jehová, la magnificencia, y el poder, y la gloria, la victoria, y
el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la
tierra son tuyas... Y en tu mano está la potencia y la fortaleza, y
en tu mano la grandeza y fuerza de todas las cosas. Ahora pues,
Dios nuestro, nosotros te confesamos, y loamos tu glorioso nombre.
Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos
ofrecer de nuestra voluntad cosas semejantes? Porque todo es tuyo,
y lo recibido de tu mano te damos. Porque nosotros, extranjeros
y advenedizos somos delante de ti, como todos nuestros padres;
y nuestros días cual sombra sobre la tierra, y no dan espera. Oh
Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos aprestado para
edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo. Yo
sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te
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agrada: por eso yo con rectitud de mi corazón voluntariamente te
he ofrecido todo esto, y ahora he visto con alegría que tu pueblo,
que aquí se ha hallado ahora, ha dado para ti espontáneamente”.
1
Crónicas 29:10-17
.
Era Dios quien había proporcionado al pueblo las riquezas de
la tierra, y su Espíritu le había predispuesto a entregar sus cosas
preciosas para el templo. Todo provenía del Señor; si su poder
divino no hubiese movido el corazón de la gente, vanos habrían sido
los esfuerzos del rey, y el templo no se habría erigido.
Todo lo que los hombres reciben de la bondad de Dios sigue
perteneciendo a Dios. Todo lo que él nos ha otorgado en las cosas
valiosas y bellas de la tierra, ha sido colocado en nuestras manos
para probarnos, para medir la profundidad de nuestro amor hacia él
y nuestro aprecio por sus favores. Tanto los tesoros de las riquezas
como los del intelecto, han de ser puestos como ofrenda voluntaria
a los pies de Jesús.