Página 720 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
Ninguno de nosotros puede subsistir sin la bendición de Dios,
pero Dios puede hacer su obra sin la ayuda del hombre, si así lo
quiere. Ha dado, sin embargo, a cada hombre su obra, y confía a los
hombres tesoros de riquezas o de intelecto como a sus mayordomos.
Por su misericordia y generosidad, Dios nos pone en cuenta todo lo
que le devolvemos como mayordomos fieles. Pero debemos com-
prender siempre que no es obra de mérito de parte del hombre. Por
grande que sea la capacidad del hombre, no posee nada que Dios no
le haya dado, y que no le pueda retirar si estas muestras preciosas de
su favor no son apreciadas y debidamente empleadas. Los ángeles
de Dios cuya percepción no ha sido enturbiada por el pecado, reco-
nocen los dones del cielo como otorgados con la intención de que
sean devueltos en forma que aumente la gloria del gran Dador. El
bienestar del hombre está vinculado con la soberanía de Dios. La
gloria de Dios es el gozo y la bendición de todos los seres creados.
Cuando procuramos fomentar su gloria, estamos procurando para
nosotros mismos el mayor bien que nos es posible recibir. Herma-
nos y hermanas en Cristo, Dios pide que consagremos a su servicio
cada facultad, cada don que hayamos recibido de él. El quiere que
digamos como David: “Todo es tuyo, y lo recibido de tu mano te
damos”.
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